Índice
Isaías 9: 6 – Isaías: Cristo es “Dios Fuerte”
Juan 1: 1 – El Apóstol Juan: “Y el Verbo era Dios”
1 Juan 5:20 – El Apóstol Juan: Jesús es el “verdadero Dios”
Juan 20: 28 – El Apóstol Tomas llama a Jesús: “Señor mío, y Dios mío”
Romanos 9: 5 – El Apóstol Pablo: Jesús es “Dios sobre todas las cosas”
Tito 2: 13 – El Apóstol Pablo: «Nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo»
2 Pedro 1:1 – El Apóstol Pedro: “…nuestro Dios y Salvador Jesucristo”
Hebreos 1: 8 – El Autor de Hebreos llama al Hijo “Dios”
Juan 8:58 – Jesús mismo afirma ser el gran “Yo Soy”
Éxodo 3:14 – Jehová se llama así mismo “Yo Soy”
“Yo soy” les envía… y “Él es” les envía…
El gran “Yo Soy” en el libro de Isaías
Isaías 41:4: Dios interviene a través del tiempo
Isaías 43:25: Dios perdona los pecados
Isaías 52:6: El Nombre de Dios será realmente conocido por su pueblo
Declaraciones directas
Las Sagradas Escrituras registran testimonios personales de grandes personajes bíblicos que demuestran decisivamente la divinidad de Jesús. Estas declaraciones directas ayudarán al lector a comprobar que la deidad de Cristo es una enseñanza divina que realmente se revela bíblicamente por inspiración del Espíritu Santo. Son testimonios que, por ser tan simples y directos, en realidad generalmente no necesitan ninguna “interpretación” propiamente dicho.
La divinidad de Jesús, sin embargo, dada su importancia doctrinal y espiritual, es también un concepto frecuentemente debatido por comentaristas críticos liberales y grupos seudo cristianos; y por esta razón, es importante escudriñar y estudiar cuidadosamente las escrituras, mencionando el contexto bíblico de todo pasaje que habla sobre de este tema para entender mejor el versículo señalado. Cuando sea necesario, podemos también examinar algunos argumentos lógicos y significados etimológicos de las principales palabras o frases claves.
Las declaraciones directas de estos grandes personajes bíblicos que veremos a continuación, incluyendo declaraciones del mismo Dios Padre y del Señor Jesucristo, constituyen una sección dividida en siete citas principales bíblicas que se mencionarán en las subsecciones posteriores. Estos siete versículos principales han sido redactados en forma de “comentarios” o “explicaciones”; una estructura que tiene, como propósito adicional, el de ayudar a aquellos que quieran buscar (especialmente desde algún motor de búsqueda como Google o Yahoo) la explicación de algunos de estos versículos en particular sin tener que leer todo este ensayo por completo.
Como nota de precaución, siempre es importante advertir que uno nunca debe de aceptar ciegamente algún comentario o interpretación bíblica de cualquier persona, iglesia, o institución religiosa — incluyendo las opiniones e interpretaciones en este ensayo. Aceptar cualquier interpretación sin discernimiento espiritual puede ser algo sumamente peligroso para nuestras almas, y de aquellos quienes nos escuchan, y por eso se le pide al lector verificar las citas bíblicas,[1] y sobre todo buscar la sabiduría de Espíritu Santo por medio de la oración.
Dios siempre contestará nuestras oraciones cuando le pedimos en el nombre de su Hijo Amado, nuestro Señor Jesucristo (Juan 14:13). Desde la perspectiva del lector, quizás en el momento de terminar este párrafo, él o ella podría aprovechar la oportunidad para tomar una pausa y pedirle a Dios en oración que sea Él mismo el que de sabiduría al momento de leer e interpretar estos versículos claves que veremos a continuación.
Isaías 9: 6 – Isaías: Cristo es “Dios Fuerte”
Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz.
Aunque Isaías vivió varios siglos antes que el Verbo Encarnado viniera a la tierra, Dios estaba revelando a través del profeta Elías que el Mesías venidero seria llamado no solo “Admirable”, “Consejero,” y otros varios títulos; sino además el Mesías seria llamado “Dios Fuerte”, título que examinaremos por ser relevante a nuestro tópico central, la divinidad de Jesús.
No hay la menor duda que este pasaje de Isaías 9 es una profecía sobre Jesús mismo. En este versículo, la identificación de aquel “un niño… nacido” es indudablemente el Hijo de la virgen que Isaías había ya mencionado previamente en Isaías 7:14, el cual se conocería en el Antiguo Testamento (AT) como Emanuel, alguien que Mateo relaciona claramente con el niño Jesús (Mateo 1:23).
Además, en Isaías 9:1 leemos que la “…tierra de Zabulón y a la tierra de Neftalí” esta también esta mencionada en Mateo 4:15 “Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí”; seguidamente de Isaías 9:2, es decir, “El pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz” la cual asimismo se cita en Mateo 4:16 en donde leemos que “El pueblo asentado en tinieblas vio gran luz.” Por último, en Mateo 4:14 dice que esta profecía fue promulgada por el Profeta Isaías. Tenemos, entonces, cuatro o más razones para verificar que el niño Jesús de Mateo 1 y 4 es definitivamente el mismo “Dios Fuerte” de Isaías 9:6.
Según J. Alec Motyer, la repetición del título “Dios Fuerte” en Isaías 10:21, se refiere también a Dios mismo, y establece su significado aquí. Traducciones alternativas como «Héroe similar a Dios» son lingüísticamente improbables, lo que implica que el Antiguo Testamento esperaba un Mesías Divino.[2] Específicamente, este término hebreo El (palabra que significa “Dios” y no se debe confundir con el articulo definido singular masculino “el” en español) se ha aplicado claramente al Mesías en por lo menos una oportunidad previa, Salmos 45:6. En Isaías, el termino denota la divinidad en una forma absoluta, nunca hiperbólica o metafóricamente.[3]
A pesar de las controversias acerca del significado de la palabra que se traduce como Dios (אל ‘ĕl), en “Dios Fuerte”, seguirá siendo cierto que la expresión denota una naturaleza divina. Así fue evidentemente entendido por las versiones antiguas. En la Antiguo Testamento Siríaco, por ejemplo, esta frase (“Dios Fuerte”, en Isaías 9: 6) también se tradujo como “El Poderoso Dios de los Siglos”. El hecho de que en el Nuevo Testamento (NT) el nombre Dios se aplica a Cristo prueba que se debe entender este como su significado natural y obvio.[4]
Juan 1: 1 – El Apóstol Juan: “Y el Verbo era Dios”
En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.
Lo primero que el Apóstol Juan, el autor del evangelio que lleva su nombre, quiso mostrar con este primer versículo de su libro era por lo menos tres hechos (divididos con dos comas en la versión RVR60). Primero, que el Verbo (Jesús, cp. Juan 1:14) es Eterno; es decir, en el comienzo de la creación (“En el principio”) el Verbo ya existía (“era”). Jesús ya existía cuando la creación del universo comenzó a llevarse a cabo, no fue la primera creación como algunos incorrectamente han argüido (ver Colosenses 1:15-17, donde también dice que Jesús es “antes de todas las cosas” en v.17).
Segundo, este versículo muestra también que el Hijo es una Persona diferente a Dios Padre (“y el Verbo era con Dios”). El Hijo, junto con el Padre, existían ambos en completa comunión ya antes de la creación de todas las cosas (Colosenses 1:16-17). Estos hechos son también materiales útiles para hablar sobre la Santa Trinidad, y aquí más adelante también hablaremos un poco sobre la creación y sus implicaciones sobre la divinidad de Jesús.
Tercero (y el hecho más importante para nuestros propósitos en este ensayo) es que Juan 1:1 muestra claramente que el Verbo, Cristo, es Dios (“y el Verbo era Dios”). Nuevamente, esta es una declaración directa del autor del Evangelio según San Juan, y debió haber sido algo bastante importante para él ya que fue una de las primeras cosas quiso mencionar sobre Jesús, en un versículo que es así mismo paralelo al primer versículo de toda la Biblia (Génesis 1:1) quizás para enfatizar que, al comienzo de todas las cosas, Jesús ya era Dios y existía en plena comunión con el Padre.
Como la mayoría de las declaraciones en esta sección, la tercera oración de este versículo es realmente simple, “y el Verbo era Dios”; es una afirmación que realmente no necesita interpretación, solo la aceptación con una mente y un corazón dispuesto. Lo único que los enemigos de la fe cristiana pueden hacer sobre esto es tratar de cambiar la traducción original del griego, para así poder cambiarle el significado original.
Que el Verbo es Jesús es evidente un poco más adelante, en Juan 1:14, donde leemos: “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.” El tópico aquí es, por supuesto, la encarnación del Hijo.
La aceptación de Jesús como el Dios Todopoderoso — que se despojó temporal y voluntariamente de su divinidad haciéndose hombre (cp. Filipenses 2:6-8) para venir a este mundo y morir por nuestros pecados (1 Pedro 3:18), no solo produce un mero conocimiento y aceptación de la verdad, sino que además de eso — y más importante aún — produce la salvación eterna.
Entonces, lo primero que el Apóstol Juan enseñó en su Evangelio es que Jesús es Eterno, que convivía en completa comunión con Dios Padre, y que Jesús era totalmente Dios. Después, Juan declara que él escribió su Evangelio para que sus lectores crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo en Él, en su nombre, tengan vida eterna (Juan 20:30-31). Este es el propósito o meta principal por la cual el Apóstol Juan escribió su evangelio, y esta es también una meta importante de este ensayo; es decir, establecer claramente el hecho de que el creer en Jesús, confiar en el verdadero Jesús, produce la salvación eterna en el creyente.
Es interesante notar que, en el griego original, el Apóstol Juan siempre utiliza una palabra diferente para diferenciar a los verdaderos creyentes (los que son “hijos”, tekna, de Dios), con Jesucristo, quien es indudablemente el “Hijo” (juios) de Dios (ver citas de Bartley y Walvoord en la sección sobre el Hijo de Dios en mi otro sitio web). Es necesario, entonces, conocer personalmente al verdadero Jesús, y creer que Él es el Hijo de Dios para lograr la salvación eterna.
Jesús no es un hijo de Dios adoptado como nosotros, sino es el Unigénito Hijo de Dios (Juan 3:16); es decir, Cristo es igual al Padre en sustancia y en naturaleza divina (cf. Filipenses 2:6).
1 Juan 5:20 – El Apóstol Juan: Jesús es el “verdadero Dios”
Posteriormente, en lo que conocemos como la primera de sus epístolas (1 Juan), el Apóstol Juan también testifica sobre la divinidad de Jesús (noten el énfasis en la palabra «verdadero«):
Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna.
Aquí en 1 Juan 5:20 el discípulo amado relaciona claramente al Hijo de Dios con Jesucristo, algo bastante común en el Nuevo Testamento, y después llama también a Cristo “el verdadero Dios”, relacionándolo nuevamente con la “vida eterna”, la cual también es una característica divina ya que solo Dios ha existido eternamente.
Anteriormente habíamos visto que creer en el verdadero Jesús es necesario para tener vida eterna (ver también Juan 3:36), pero en esta primera carta de Juan vemos que a Jesús mismo se le llama también la vida eterna (ver además Juan 11:25). Es ciertamente necesario creer en su “nombre” (tener vida “vida en su nombre”, Juan 20:31), lo cual significa creer en la totalidad de su Persona.
Para Juan, solo una valoración adecuada de la Persona de Jesucristo daría al creyente el regalo de la vida eterna. No es suficiente creer que Jesús fue solo un buen hombre, un profeta, un ángel, o inclusive el fundador de una religión; uno tiene que creer que Jesús es el Hijo de Dios, el “verdadero Dios”. Jesús no es solo un pequeño “dios” (con “d” minúscula, como los Testigos de Jehová describen a Cristo en Juan 1:1): Cristo es Dios – Jesús es el verdadero Dios.
Esto es importante porque incluye el reconocimiento y la aceptación de una ofrenda de expiación sin igual, que solo el Hijo de Dios pudo ofrecerse a sí mismo para la salvación de todos los creyentes de todos los tiempos y naciones del mundo.
Juan 20: 28 – El Apóstol Tomas llama a Jesús: “Señor mío, y Dios mío”
Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío!
Estas palabras también están registradas en el Evangelio según San Juan, pero el testimonio de que Jesús es Dios proviene del Apóstol Tomas. San Juan solo escribió lo que él escucho a Tomas decir sobre el Jesucristo resucitado. Esta exclamación es una combinación del título más usado para referirse a Jesús, “Señor”, con uno menos frecuente pero que sin embargo aun así está verdaderamente presente en la Biblia para describir a Cristo, “Dios”, como ya lo estamos comprobando aquí.
El contexto del pasaje es importante (Juan 20:19-29). Jesús ya había resucitado y se había aparecido a algunos de los discípulos (v.19), pero en ese momento no se encontraba Tomas con los demás apóstoles (v.24). Cuando informan a Tomas sobre la resurrección de Jesús, Tomas primero se niega rotundamente a creer, mencionando que tendría que ver la señal de los clavos en las manos de Jesús para creer (v.25). Cuando el Señor se les aparece de nuevo unos ocho días después, estando las puertas del lugar cerradas (v.26), lo primero que Jesús le muestra a Tomas es la señal de los clavos en sus manos (v.27), y allí es cuando el Señor resondra a Tomas sobre su incredulidad (“…no seas incrédulo, sino creyente”, v.27), y allí es también cuando Tomas, posiblemente con mucha tristeza y dolor, clama a Jesús diciéndole: ¡Señor mío, y Dios mío! (v.28).
Aquí Tomas no estaba exclamando o tomando el nombre de Dios en vano, como muchas personas lo hacen hoy en día,[5] esto sería muy improbable para un judío de esa época. Es importante también entender el contexto histórico para no creer en explicaciones que tratan de confundirnos usando muchas veces observaciones contemporáneas.
La Biblia de Estudio ESV (en el original inglés, ESV Study Bible) explica, entre otras cosas, la significancia de este versículo, Juan 20:28, y como otros han tratado de mal interpretarlo atribuyendo a Tomas el pecado de tomar el nombre de Dios en vano:
Este es uno de los textos más fuertes en el NT sobre la deidad de Cristo (ver 1: 1). Algunos cultos intentan explicar esta clara afirmación de la deidad de Jesús argumentando que la declaración de Tomás era simplemente una exclamación de asombro que, en efecto, tomó el nombre de Dios en vano. Tal explicación es impensable, sin embargo, dadas las fuertes convicciones morales judías de la época y porque no es coherente con el texto, que explícitamente dice que Tomás dijo estas palabras a Él, es decir, a Jesús. La declaración de Tomás es de hecho una clara confesión de su fe recién encontrada en Jesús considerándolo su Señor y Dios.[6]
Aparentemente, este versículo también fue escrito para introducir una declaración que se hace solo dos versículos después (Juan 20:30-31); el cual explica, como ya hemos notado, que es necesario creer que Jesucristo es el Hijo de Dios y para que creyendo en su nombre, uno pudiera encontrar la salvación eterna. El Apóstol Juan quería escribir este testimonio personal de Tomas para que el lector también pudiera, al leer este evangelio, concluir él mismo que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y parte de su Persona incluía la verdad sobre su divinidad: Jesús debe ser reconocido también como nuestro Señor y nuestro Dios.
Romanos 9: 5 – El Apóstol Pablo: Jesús es “Dios sobre todas las cosas”
… de quienes son los patriarcas, y de los cuales, según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. Amén.
Este es también uno de esos versículos que, para poder entenderlo mejor, es importante leerlo en contexto, por lo menos los primeros ocho versículos (Romanos 9:1-8). En este conocido capítulo del NT, el Apóstol Pablo comienza lamentándose de que la mayoría de sus parientes judíos, los hermanos “según la carne” no habían aceptado el evangelio de Cristo, y su tristeza era tan grande que si pudiera, él mismo declara que preferiría ser “anatema” (es decir “maldito”, o, como lo explica MacArthur: “consagrado para la destrucción en el infierno eterno”[7] ) en lugar de sus propios hermanos judíos (v.3).
De allí, Pablo menciona “ocho bendiciones especiales” que los creyentes israelitas tenían en particular:[8] La adopción, la gloria, el pacto, la ley, el culto, las promesas, la descendencia de los patriarcas, y por último y lo más importante, los israelitas podrían también enorgullecerse de tener entre sus parientes – según la carne – a Jesucristo (vv. 4 y 5). ¡Este sería el privilegio más grande que todos los judíos podrían tener como pueblo escogido de Dios!
Pero de allí, al hablar sobre el origen de Jesús, y por consiguiente sobre su humanidad, el Apóstol Pablo parece haber reflexionado inmediatamente sobre las consecuencias de un posible mal entendimiento teológico que sus lectores podrían tener al hacer una declaración verdadera pero incompleta — si no hubiera añadido nada más. Es decir, si dejaba el texto así, los lectores de Pablo podrían concluir que Jesucristo era solo un hombre y nadie más.
Podríamos entonces suponer que Pablo se dio cuenta que tenía que declarar no solo la humanidad de Jesús — sino también su divinidad. Era importante explicar también que Jesús es principalmente “Dios sobre todas las cosas”.
Jorge S. Somoza: “Pero notamos como si Pablo hubiera tenido un arrebato de emoción al destacar que de ellos descendió humanamente Cristo, el que—agrega enseguida—es Dios. Casi no termina de mostrar la humanidad de Cristo, que ya ha coronado el pensamiento con el de su divinidad.”[9]
C. H. Lenski: “Cuando Pablo dice que Cristo procedió de Israel ‘en lo que respecta a su carne’, la expectativa natural es que algo debe seguir con respecto al verdadero ser de Cristo” (p. 587). Un poco más adelante, Lenski añade: “La exégesis es sólida: Cristo, un israelita según la carne, es el Señor de todos, Dios bendito por siempre, al cual nosotros, como Pablo, agregamos un enfático ‘amén’” (p. 589).[10]
Si, Jesús es Dios sobre todas las cosas, y nosotros también, como en tiempos tan diferentes lo hicieron Pablo y Lenski, podemos igualmente añadir ese enfático “amén.”
Tito 2: 13 – El Apóstol Pablo: «Nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo»
…aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo. (Lectura mínima recomendada: Tito 2.)
En esta carta pastoral, el Apóstol Pablo se dirige a Tito, hablando primero sobre el comportamiento que los ancianos y obispos deberían tener como líderes de entre los cristianos (Tito 1: 5-9, en contexto, y Tito 2: 1-2 ), pero también en el capitulo 2 después habla sobre las cualidades que otros grupos de personas deberían tener (por ejemplo las ancianas en los vv. 3-5, los jóvenes en los vv. 6-8, y los siervos en los vv. 9-11), añadiendo en el v.11 de que la gracia salvadora está disponible para toda la humanidad (aunque evidentemente, en el ámbito personal, no todo hombre escoge aceptar esta salvación gratuita e inmerecida).
Pablo además menciona que esta gracia de Dios en Cristo Jesús nos enseña a rechazar a la impiedad y a las pasiones mundanas, viviendo más bien en este mundo de una forma piadosa y ejemplar (v.12).
De allí, ya en el versículo 13, Pablo nos enseña que esta es la forma que debemos vivir mientras esperamos la gloriosa aparición de nuestro “gran Dios y Salvador Jesucristo”. Es decir, mientras estamos en este mundo temporal, debemos de vivir una vida en santidad con la esperanza de que Jesucristo, quien es nuestro “gran Dios”, nos encuentre listos para cuando Él regrese por segunda vez a la tierra.
Ahora bien, se ha argüido que las palabras “gran Dios” y “Salvador Jesucristo” se refieren a dos Personas diferentes (al Dios Padre y al Hijo), y que por lo tanto este versículo no es una prueba de su divinidad de Jesús. Sin embargo, hay varias razones para interpretar que estas dos frases se refieran al mismo Señor Jesús; es decir, que a Cristo se le llama aquí “gran Dios”.
-
- La palabra que en Reina-Valera 1960 se traduce como “gran” (ver concordancia de Tito 2:13, μεγάλου, G3173 en Strong) no sería necesaria si se aplicara a Dios Padre.[11] De hecho, μεγάλου nunca se usa para Yahvé.[12] Los judíos ya sabían que Dios es grande y majestuoso, pero todavía tenían que aprender sobre la divinidad de Jesús.
- Usando la regla de Granville Sharp, el hecho de que hay un solo artículo en el griego original (el cual normalmente no se incluye en las traducciones al español): “el gran Dios y Salvador Jesucristo” (subrayado por motivo de énfasis en esta traducción literal de Wiersbe).[13] significa que el “gran Dios” y “Salvador Jesucristo” son, nuevamente, la misma Persona divina en este versículo. De lo contrario una traducción literal del griego al castellano hubiera sido “el gran Dios y el Salvador Jesucristo” (subrayado por mí para enfatizar los artículos).[14]
- William Hendriksen nos ayuda también con otra explicación muy útil: “En ninguna parte del Nuevo Testamento se usa la palabra epifanía (aparición o manifestación) con respecto a más de una persona. Además, la persona a quien se refiere es siempre Cristo (véase 2 Ts. 2:8; 1 Ti. 6:14; 2 Ti. 4:1; 2 Ti. 4:8; y 1:10, donde la referencia es a la primera venida).”[15]
Nuestra esperanza se debe enfocar en la Segunda Venida de Cristo. En Él aguardamos nuestra “esperanza bienaventurada”, algo que nos alienta a vivir con esperanza a pesar de todos los problemas y dificultades que podamos tener en el presente. Es una esperanza que nos invita a perseverar en la sana doctrina y en mantener un comportamiento ejemplar. Debemos, de esta manera, de estar listos para recibir a nuestro “gran Dios y Salvador Jesucristo”, viviendo una vida llena de justicia y sin pecado (cp. Mateo 25:1-13).
2 Pedro 1:1 – El Apóstol Pedro: “…nuestro Dios y Salvador Jesucristo”
Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, a los que habéis alcanzado, por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo, una fe igualmente preciosa que la nuestra.
Aunque esta Segunda Epístola de Pedro abarca varios temas, todos estos reafirman la veracidad del testimonio apostólico y la necesidad de cuidarse de las enseñanzas de los falsos profetas, quienes (en esta carta) negaban a Cristo y torcían las Escrituras.[16] El tópico sobresaliente es, entonces, el tema de los falsos profetas: ¡Pedro no quería que sus lectores fueran engañados! Estos temas hacen de esta pequeña epístola una lectura muy relevante para nuestros propios días.
Una forma de defenderse de estas falsas enseñanzas era creciendo en el conocimiento de la verdadera doctrina,[17] una importante exhortación teológica que se repite al comienzo y final de esta epístola en la forma de inclusio (2 Pedro 1:2 y 3:18), herramienta literaria usada para alertar al lector de un tópico importante, en este caso el conocimiento de la sana doctrina, que incluye por supuesto un conocimiento personal no solo del Padre, sino también de nuestro Señor Jesucristo.
Aunque se podría notar que la divinidad de Jesús en si no es uno de los tópicos centrales de esta carta, el autor si la menciona para reforzar en la mente del lector la necesidad de conocer más sobre Jesús, sobre su Persona y Naturaleza. Este conocimiento le ayudaría a identificar y desechar las “herejías destructoras” de estos falsos profetas (2 Pedro 2:1), quienes aunque no son identificados personalmente (ni tampoco el tipo de falsa doctrina que ensenaban, quizás una forma primitiva de gnosticismo), si sabemos que de una u otra forma, entre sus herejías, negaban a la Persona de Cristo; quizás degradando el papel único y suficiente que Jesús juega en el rescate o salvación del creyente (2 Pedro 2:1).
Con estas metas en mente, y bajo la inspiración del Espíritu Santo, una de las primeras cosas que el Apóstol Pedro hace en su carta es mencionar la justicia de “nuestro Dios y Salvador Jesucristo.” Esa justicia, entonces, procede de Jesús, quien es nuestro Dios y Salvador. Se trata de una clara afirmación de la deidad de Jesucristo. La idea es que nosotros también tenemos que amoldarnos al justo y santo carácter de nuestro Señor Jesucristo, quien, como Dios Padre, no hace distinción de personas (Hechos 10:34, cf. 1 Pedro 1:17, 3:18), y es su voluntad que “todos” los hombres sean salvos y vengan al “pleno conocimiento de la verdad” (1 Timoteo 2:4, LBLA). La salvación y el conocimiento de verdadera doctrina van mano a mano. Jesús es Justo, es el Salvador, y es también Dios.
Mientras que algunos comentaristas no están muy seguros con esta clara declaración de fe, la que establece la deidad de nuestro Señor Jesucristo, textualmente se puede verificar que esta expresión se refiere solamente a Una Persona de la Trinidad, no a dos. En este caso, entonces, “nuestro Dios y Salvador Jesucristo” se refiere a la misma Persona, es decir, Jesús es específicamente llamado Dios.[18] Eldon R. Fuhrman: “El justo Dios y Jesucristo son la misma persona, como lo señala Pablo en Tito 2:13: ‘aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo’.”[19]
La gran mayoría de comentaristas y teólogos cristianos ortodoxos que he consultado también respaldan esta misma conclusión (Bauckham, Cevallos, Criswell, P. Davids, Lenski, MacArthur, Picirilli, Schreiner, Walvoord, A. Vásquez, etc., por mencionar algunos). El desacuerdo proviene generalmente de otros sectores no ortodoxos quienes mantienen interpretaciones amoldadas a sus propias construcciones teológicas.
Al igual que en Tito 2:13, algunos comentaristas han tratado de usar la construcción gramatical de esta frase para tratar de negar la divinidad de Jesús. El argumento supuestamente es que aquí, en 2 Pedro 1:1, el autor estaba hablando de dos Personas, usando traducciones “alternativas” que sugieren esta dualidad, componiendo traducciones distorsionadas tales como: “nuestro Dios y nuestro Salvador Jesucristo”. En realidad, dada la importancia del tema para la salvación del hombre, creo que todos los pasajes que prueban la deidad de Cristo van a ser desafiados por elementos críticos, liberales y sobre todo seudo cristianos.
Sin embargo, si utilizamos lar reglas gramaticales pertinentes, no deberíamos tener ninguna confusión. Aquí en 2 Pedro 1:1, nuevamente, tenemos en el original griego un solo artículo para Dios y Jesucristo, y este articulo al estar delante de la palabra “Dios” (ver también nuestra sección 2 del comentario de Tito 2:13 sobre la regla de Granville Sharp), indica que Pedro se estaba refiriendo a una sola Persona; es decir, él llama a Jesucristo no solo nuestro Salvador, sino también lo llama nuestro Dios.
Además, son varios los pasajes bíblicos del Nuevo Testamento (sobre todo en las Cartas Pastorales y en esta misma epístola de San Pedro) donde a Jesucristo se le llama “Salvador”,[20] una frase aún más comúnmente aplicada a Cristo en nuestros propios días.[21] Esto es importante, pues como se ha notado antes, la construcción gramatical en que se puede aplicar la Regla de Sharp aparece cinco veces en esta epístola, y en todas ellas también se llama a Jesucristo nuestro “Salvador”. Esta construcción gramatical aparece no solo aparece en 2 Pedro 1:1, sino también en 2 Pedro 1:11, 2:20, 3:2 y 3:18:
Nadie tiene problema con aplicar la regla de Sharp en cuatro de estos cinco versículos. Por ejemplo, en 2 Pedro. 2:20, es obvio que tanto el «Señor» y «Salvador» hacen referencia a una persona, a Cristo. Tal es el caso en 2 Ped 3:2, así como 2 Ped 3:18. Nadie hace problema en estos versículos, porque la traducción correcta no afecta la teológicas de nadie a diferencia de 2 Pedro 1:1.[22]
No hay la menor duda, entonces, que todos estos cincos pasajes se aplican a Cristo, pero solo en un caso en particular se ha intentado de negar tal aplicación, la que prueba la divinidad de Jesús, por motivos obviamente doctrinales. Vale la pena añadir también hay otras construcciones gramaticales que se pueden usar cuando los autores quieren hablar de dos Personas diferentes. Richard J. Bauckham, por ejemplo, comenta que cuando Pedro quiso distinguir a dos personas la construcción gramatical usada era diferente. Un buen ejemplo de este caso es 2 Pedro 1:2.[23]
Por consiguiente, aunque Granville Sharp no es totalmente concluyente en todos los casos de literatura Koiné que podamos encontrar, en la epístola de 2da de Pedro por lo menos, esta regla si se puede aplicar a los cinco casos donde aparece en la epístola (2 Pedro 1:1, 1:11; 3:18; cf. 2:20; 3:2). Lo mismo podríamos decir de otros casos del Nuevo Testamento, como en Tito 2: 13 (ver nuevamente el comentario previo a este), la cual también reitera absolutamente la deidad de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo,
Hebreos 1: 8 – El Autor de Hebreos llama al Hijo “Dios”
Mas del Hijo dice:
Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo;
Cetro de equidad es el cetro de tu reino.
Este es uno de los versículos más complejos que tenemos aquí, pues para entenderlo es necesario examinar no solo el contexto del versículo en consideración (Hebreos 1:1-9), sino también en este caso debemos de entender la cita veterotestamentaria que el autor de Hebreos utiliza en la segunda y tercera línea del versículo 8. (Leer también el contexto Salmos 45:1-9, especialmente vv. 6-7.)
Comenzando con un comentario general sobre la Epístola a los Hebreos, sería útil también notar que, al igual que 2 Pedro, uno de los temas principales de esta epístola entera a los hebreos es exhortar a los creyentes a madurar espiritualmente, acercándose más a Cristo, y eso incluye también un conocimiento adecuado de su Persona.[24] Y una de las formas de hacer esto es usar el Antiguo Testamento (la “Biblia Hebrea”, como los judíos la llaman hoy en día), para así probar la superioridad de Cristo Jesús sobre los ángeles, sobre los profetas, sobre Moisés, Aaron, Josué, y sobre los sacerdotes levitas.[25]
En los primeros versículos de la epístola, el autor de Hebreos habla de varios atributos divinos de Jesús; es decir, que Dios hizo el universo por medio del Hijo (el texto dice “por medio de quien hizo también el universo”, v.2 en LBLA, ver además varias versiones aquí), que Cristo además sustenta o mantiene el universo para que siga existiendo continuamente (“quien sustenta todas las cosas…” en v.3), que el Hijo es igual al Padre en sustancia y esencia, algo que se entiende porque el Padre no llamo “Hijo” a ninguno de los ángeles (v.5), y que, finalmente, Jesús se merece toda la adoración de los ángeles (v.6).[26]
Ahora en el versículo 8 leemos una de las más importantes declaraciones sobre la divinidad de Jesús – más importantes porque este testimonio en particular proviene originalmente del mismo Dios Padre. Esto se deduce claramente porque anteriormente, en el versículo 5, se menciona que las citas que vendrán a continuación provienen de Dios mismo: “Porque ¿a cuál de los ángeles dijo Dios jamás…?” (v. 5 y subrayado por énfasis). Y después, ya en el verso 8, el autor de Hebreos escribe “Mas del Hijo dice:”, o como aparece en el comentario de Simon J. Kistemaker, para clarificar mejor el origen de esta importante declaración: “Pero del Hijo él [Dios] dice:”.[27]
Posteriormente viene la declaración de Dios Padre que tiene mayor relevancia para estos comentarios sobre la divinidad de Cristo:
Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo (subrayado por motivos de énfasis).
MacArthur, en su comentario acerca de este versículo, llega también a la misma conclusión: “El texto es muy significativo si se tiene en cuenta que la declaración de la deidad del Hijo se presenta como palabras dichas por el Padre mismo” (Biblia de Estudio, Heb. 1:8). De una forma similar, en la Biblia de Estudio Bíblico ESV leemos: “Al Hijo mesiánico también se le llama Dios, en este caso, por Dios el Padre.”[28]
Examinemos ahora el origen del texto citado por el autor de Hebreos, un par de versículos que provienen del Antiguo Testamento (el autor se dirigía a judíos cristianos y por eso era importante mencionar evidencias de la superioridad de Jesús usando el Antiguo Testamento). Por motivos de comparación, añadamos esta vez el siguiente versículo. Hebreos 1: 8-9:
Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo;
Cetro de equidad es el cetro de tu reino.
Has amado la justicia, y aborrecido la maldad,
Por lo cual te ungió Dios, el Dios tuyo,
Con óleo de alegría más que a tus compañeros.
A pesar de que nuestra traducción al español es ligeramente diferente (es casi seguro que el autor de Hebreos utilizaba citas de la Septuaginta); aun así, se nota claramente que estos dos versículos en Hebreos provienen originalmente de Salmos 45: 6-7:
Tu trono, oh Dios, es eterno y para siempre;
Cetro de justicia es el cetro de tu reino.
Has amado la justicia y aborrecido la maldad;
Por tanto, te ungió Dios, el Dios tuyo,
Con óleo de alegría más que a tus compañeros.
Habiendo verificado nosotros mismos el origen de esta cita en Hebreos, ahora es importante analizar brevemente el contexto teológico general de Salmos 45, y luego específicamente el de los versículos 6 y 7.
Como el subtítulo de Salmos 45 en la versión Reina-Valera 1960 indica (algo que curiosamente no está en biblegateway.com), el texto bíblico en este pasaje describe a las bodas de un rey (consultar el website de la Fundación Antipas, donde si aparece el subtítulo de Salmos 45 de RVR60: “Cántico de las bodas del rey; Al músico principal; sobre Lirios. Masquil de los hijos de Coré. Canción de amores”).
Notemos también que en este salmo, el poeta o cantante se dirige primero a su rey y después a su reina. No sabemos a ciencia cierta la identidad de este rey en el Israel del Antiguo Testamento, pero parece que varios teólogos cristianos ortodoxos concuerdan que fue un rey davídico.[29] Sin embargo, Juan Calvino y otros eruditos entendían que este rey era más específicamente el Rey Salomón, es decir, el hijo del Rey David.[30]
Vale la pena clarificar aquí también que, en la antigüedad, a los reyes de la tierra también se les consideraban dioses; pero en la religión monoteísta de Israel, el hecho de llamar “Dios” en este salmo a un rey meramente humano era aceptable solo si se consideraba que el rey judío era hasta cierto punto un servidor de Jehová.[31] De otra forma, este salmo en particular no hubiera sido incluido en la Biblia Hebrea.
Lo interesante es que aun los rabinos interpretan el Salmos 45 no solo como una exaltación exagerada a un rey terrenal, sino también en un sentido más espiritual; específicamente, este salmo era interpretado como una profecía mesiánica – una ceremonia nupcial del Mesías con Israel (Kistemaker).
Para el autor de Hebreos, era natural relacionar al rey de este salmo mesiánico con la Persona de Jesús, especialmente a la hora de probar la superioridad de Cristo sobre la de los ángeles. Usando un lenguaje de contraste y bajo la inspiración del Espíritu Santo, el autor registra en su epístola el mandato del Padre de que los ángeles deben adorar al Hijo (v. 6), pues este es el su Creador (v. 7: “El que hace a sus ángeles espíritus”).
En este caso, sin embargo, el autor de Hebreos no considera al Hijo solamente un mero servidor o representante de Dios en la tierra, como el poeta y salmista lo había posiblemente hecho con el rey davídico. En Hebreos se presenta esta cita como una conversación de Dios Padre hablando con el Hijo. Aquí es claro que, al llamar a Cristo “Dios”, el autor de Hebreos estaba expresando que el Hijo era igual al Padre en sustancia, pues fue el Hijo quien creó y sustenta el universo, y quien lo sostiene; además, como el hijo primogénito o predilecto de un rey terrenal, Él heredaría para sí mismo toda la creación (v. 2).
El trono, por consiguiente, no sería el de un rey humano en la tierra, sino el de Dios en el trono celestial, “a la diestra de la Majestad en las alturas” (v.3). Y la boda escatológica no sería del Mesías con Israel, como los judíos y algunos cristianos suponían; sino será la boda de Cristo con su Iglesia, un conjunto mundial de creyentes que está conformada por judíos y gentiles por igual. De hecho, en las Bodas del Cordero, todos los seres celestiales adoraran a Dios en las alturas (Apocalipsis 19:6-9).
El Señor Jesús reinara con un cetro o «vara de hierro» (Salmos 2:9); es decir, Cristo destruirá a sus enemigos, pero a la misma vez, reinara sobre los redimidos con justicia y equidad (v.8c: “Cetro de equidad es el cetro de tu reino”). El Señor reinara con justicia y rectitud, y nosotros como súbditos de Cristo debemos hoy día hacer voluntariamente lo correcto, lo justo, lo puro y lo que es agradable a nuestro Dios.
Juan 8:58 – Jesús mismo afirma ser el gran “Yo Soy”
Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy.
Aquí tenemos a nuestro Señor Jesucristo testificando Él mismo sobre su propia deidad. Jesús usa una expresión del Antiguo Testamento para autodescribirse, una frase que cuando es usada como una descripción independiente, en el contexto adecuado, esta representa la máxima declaración de autosuficiencia, autoexistencia y presencia inmediata. A diferencia de nosotros, que dependemos de Dios continuamente para seguir viviendo, la existencia de Dios no depende de nadie más: Él es completamente autosuficiente.[32]
Entonces, dependiendo en el contexto, la frase en el griego original que en nuestro idioma se traduce como “yo soy” (“egō eimi” en griego) puede representar una expresión clara de divinidad de parte de aquel que la pronuncia. Y aquí, en estas palabras pronunciadas por Jesús, el contexto muestra ser tal el caso. En el clímax de una situación tan acalorada, se termina con una declaración de divinidad cuyo impacto ocasiona, por parte de los judíos incrédulos, un intento de asesinato no premeditado.
Como mencionamos desde el comienzo, en toda cita bíblica, y especialmente en este caso en particular, es importante leer en contexto: Juan 8:12-59. Lo que había comenzado con un sermón sobre la Persona de Cristo, “Yo soy la luz del mundo” (v.12), se convirtió rápidamente en un largo e intenso argumento que culminaría con un intento de homicidio.
En Juan 8:23-24 Jesucristo continua hablando sobre la naturaleza de su Persona, insistiendo que, aunque Él es la luz del mundo entero, aun así, Él no era de este mundo — y que al menos que sus oyentes creyeran que Jesús era el eterno “Yo Soy” (el griego es Ego Eimi usado aquí en el v.24 como también en los vv. 28 y 58), ellos iban a morir por causa de todos sus pecados acumulados (8:24; cp. Romanos 2:5).
El “pecado” imperdonable (singular en v.21) después de la muerte sería el no creer en el eterno “Yo Soy” (el “nombre” de Dios según las respuestas a las preguntas hechas en Éxodo 3:13). Es decir, el no creer en el nombre divino de Jesucristo, lo cual significa no creer en Su persona, en Su carácter — en todo lo que Él representa — resultaría en la muerte eterna a causa del pecado de incredulidad; es decir, de no aceptar a la Persona de Cristo como Dios y Salvador (ver también “nombre” en Juan 3:18).
En el versículo 28, por segunda vez en este capítulo, Jesús recalca su estatus divino, “Yo soy” (sin predicado), profetizando esta vez sobre su futura muerte, “Cuando hayáis levantado al Hijo del Hombre, entonces conoceréis que Yo soy”. Aquí, “levantado” describe no solo el levantamiento físico de la Cruz con Cristo en el Calvario (Juan 3:14), sino también hace referencia a la gloria y exaltación del “Hijo del Hombre” (Juan 8:28; cf. Juan 3:13-14; y Daniel 7:13-14, donde apare otro indicio sobre quien es el “Hijo de Hombre” según la visión del profeta Daniel).
En otras palabras, en algún tiempo después del Calvario, ellos por fin iban a conocer que Jesús es el gran “Yo Soy”, es decir, Cristo es Yahweh mismo. Pero parece que aquí “los judíos” (v. 22, muy probablemente los fariseos del v.13) todavía no entendían totalmente las implicaciones de este nombre incluido en la frase. Sin embargo, algunos de ellos si parecieron entender lo que Jesús decía de sí mismo, aunque quizás no de una forma totalmente clara todavía, y por esto, muchos creyeron en Él (v.30).
La tercera mención del Egō Eimi (sin predicado) ocurre en este versículo central, Juan 8:58, poco después en que los judíos pensaban que Jesús estaba declarando simplemente haber conocido personalmente al patriarca Abraham, quien había vivido 2,000 años atrás. El clímax de esta discusión que el Señor tubo con los judíos viene con la respuesta de Jesucristo:
De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy.
Lo primero que podríamos notar aquí, en el estudio de esta declaración tan trascendental de Juan 8:58, es el enfático “amén, amén”. No importa mucho si la traducción es “de cierto, de cierto os digo” (RVR60); “en verdad, en verdad os digo” (LBLA); o “les aseguro” (según DHH; ver además las varias traducciones aquí), la idea detrás del significado griego es básicamente el mismo: los oyentes debían de prestar atención porque lo que Jesucristo iba a decir a continuación era de suma importancia; de hecho, este versículo es uno de los más importantes en toda la Biblia.
En realidad, todas las palabras de Cristo son importantes, pero nuevamente todas las declaraciones que venían después del “de cierto, de cierto os digo” (al estilo de Reina-Valera 1960) eran aún más importantes. La declaración en Juan 8:58 es realmente trascendental – no solo por su significado etimológico, sino también por su mensaje teológico. Examinemos los dos.
En primer lugar, vemos en el contexto de este versículo que Jesucristo está explicando un contraste entre dos personas, Abraham y su propia Persona. Los verbos griegos originales que se utilizan en referencia a estas dos personas son también diferentes: “fuese” (para Abraham) y “soy” (para Jesús).
Según James Bartley (y otros autores), el primero, “fuese” (en RVR60), o alternativamente “existiera” (RVA-2015), denota la existencia de un ser humano con un comienzo: “llegar a ser”. Es decir, hay un comienzo específico “en tiempo y en espacio”. Abraham comenzó a existir desde el momento de su concepción en el vientre de su madre, cuando Dios le dio el aliento de vida asignándole un espíritu (de allí la versión LBLA traduce esta frase como: “…antes que Abraham naciera”). Por otro lado, el “Soy” que Jesús utiliza para describirse a sí mismo implica la existencia eterna de Dios. Cristo siempre ha existido – no tiene ni principio ni fin (cf. Apocalipsis 1:8).[33]
Los seres humanos somos inmortales, viviremos infinitamente y para siempre en uno de los dos destinos finales; pero todos tuvimos un punto de partida, un momento en que comenzamos a existir, legalmente hablando, después del nacimiento. Por otro lado, solo Dios es eterno. Jesús siempre ha existido junto con el Padre. Nunca ha habido un momento en la eternidad en que Jesús no existió, ni nunca habrá un momento en que Él no existirá.
En el griego original, no solo los verbos son diferentes, sino también los tiempos gramaticales que se usan para expresarlos. El “fuese” de Abraham está escrito en el tiempo aoristo, un tiempo que no existe español. El “soy” de Jesús está en el tiempo presente, con el enfático pronombre personal en la primera persona: “Yo”.
Puesto que ahora nos estamos metiendo en un campo un poquito más técnico, y muy pocos son los que realmente tienen el conocimiento técnico en lenguajes tan antiguos como el koiné griego, permitamos que R. C. H. Lenski nos ayude más bien con esta explicación:
Así como el aoristo establece un punto de partida para la existencia de Abraham, el tiempo presente «Yo soy» predica la existencia absoluta de la persona de Jesús, sin ningún punto de partida. Es por eso que Jesús no usa el imperfecto ἤμην, «Yo era»; porque esto solo diría que la existencia de la persona de Jesús es anterior al tiempo de Abraham.[34]
Entonces, desde un punto de vista gramatical, estos dos verbos y sus tiempos gramaticales que se usan para expresarlos denotan el contraste entre Abraham (que como hombre nació unos 2,000-1,600 años antes de Cristo), y nuestro Señor Jesucristo, quien a pesar de haberse encarnado hace otros dos mil años antes que nosotros, su existencia siempre ha sido eterna. Jesús siempre ha existido. Es imposible enfatizar esto demasiado:
Jesús no dice simplemente: «Antes que Abraham fuera, yo era», lo que simplemente significaría que Él tiene más de 2,000 años. Más bien, usa el tiempo presente «Yo soy» al hablar de su existencia más de 2,000 años atrás, afirmando así una forma de trascendencia en el tiempo que solo podría ser verdadero para Dios.[35]
El clímax de la confrontación. ¡Yo soy! Jesús pudo haber dicho «yo era» para decir que Él existía solo antes de Abraham, pero [aquí] Él afirma que existe eternamente como Dios.[36]
En un segundo lugar, para comprobar la divinidad de Jesús en Juan 8:58 debemos de analizar también el griego “Egō Eimi” (Εγώ Ειμι, “Yo Soy”) desde un punto de vista teológico, teniendo en cuenta además el contexto cultural de esos tiempos, lo cual así mismo nos ayudara a entender el porqué del comportamiento hostil judío en el versículo 59. Entonces, una explicación teológica de esta “formula solemne” (como la llamaba Lenski) es también necesaria para entender mejor su importancia en cuanto a confirmar la divinidad de Jesús.
Éxodo 3:14 – Jehová se llama así mismo “Yo Soy”
Éxodo 3:14 (RVR60): “Y respondió Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros.”
Éxodo 3:14 (Versión Septuaginta o LXX): “Y dijo Dios a Moisés, diciendo: ‘Yo soy el que soy’. Y dijo: ‘Así dirás a los hijos de Israel: El que es, me ha enviado a vosotros.’”
(Subrayados en ambas traducciones por motivos de énfasis.)
Tradicionalmente se ha identificado a Éxodo 3:14 como el fondo textual propio sobre el cual se apoya la teología del solemne “Egō Eimi”. Esto se debe en parte al uso de esta frase en la traducción al griego de este versículo en la Septuaginta (abreviada como “LXX”), la cual es una traducción del hebreo al griego hecho por los mismos judíos unos 300 años antes de Cristo. En el versículo anterior, cuando Moisés le pregunta a Dios acerca de cuál era su nombre, el Señor le responde “YO SOY EL QUE SOY” (v. 14, como aparece en RVR60, es decir, incluyendo las letras mayúsculas), y después añade: “Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros.”
El griego de esta primera frase en el LXX es “εγώ ειμι ο ων” (egō eimi ho ōn) que, además de la forma que se traduce en la RVR60 (“YO SOY EL QUE SOY”), literalmente también se puede traducir como: “Yo soy el Ser” o inclusive “Yo soy el Único Ser” (ver Exodus 3:14; el léxico interlineal griego-español de la LXX no está todavía disponible en el Internet (que yo sepa), pero si tenemos una versión literal del LXX en español de Éxodo 3). Nuevamente, Moisés le pregunta el nombre de Dios, y el Señor le contesta “Yo Soy el que Soy”; y después añade “Así dirás a los hijos de Israel: ‘YO SOY me ha enviado a vosotros’.” En este segundo caso, sin embargo, “Yo Soy” es la traducción del griego “ο ων” y no “εγώ ειμι” (ver nuevamente la traducción literal del griego en la segunda parte del v.14: “El que es, me ha enviado a vosotros”).
De todas formas, en el original hebreo de Éxodo, si son básicamente las mismas palabras. La frase “YO SOY EL QUE SOY” viene del אֶֽהְיֶ֖ה אֲשֶׁ֣ר אֶֽהְיֶ֑ה (en partes, y teniendo en cuenta que el hebreo se lee de derecha a izquierda, «YO SOY» es אֶֽהְיֶ֖ה, y después «EL QUE» es אֲשֶׁ֣ר, y nuevamente «Soy« es אֶֽהְיֶ֑ה; o «Yo Soy el que Yo Soy«). Más adelante, en “Así dirás a los hijos de Israel: ‘YO SOY me ha enviado a vosotros’”, este tercer “Yo Soy”, en este último versículo, es אֶֽהְיֶ֖ה (ver léxico hebreo-español de Éxodo 3:14). En todo caso, los tres “Yo Soy” que aparecen en este versículo son básicamente iguales (es decir, aparecen אֶֽהְיֶ֖ה ‚ אֶֽהְיֶ֑ה y אֶֽהְיֶ֖ה).
Hago este argumento porque algunos que han tratado de negar la divinidad de Jesús argumentando que el “Yo Soy” que Jesús dijo en Juan 8:58 no puede aludir al mismo “Yo Soy” de Éxodo 3:14 porque en el tercer caso (en el texto que dice “Así dirás a los hijos de Israel: ‘YO SOY me ha enviado a vosotros’”) dice “ο ων” y no “εγώ ειμι”. Mientras que esto es verdad en el LXX, en la Biblia Hebrea original, el “Yo Soy” que aparece dos veces en la frase “YO SOY EL QUE SOY” es la misma frase que el tercer “Yo Soy” (el que se encuentra en la frase que se traduce en RVR60 como “YO SOY me ha enviado a vosotros”). Estas tres palabras son las mismas en el hebreo original (sin los niqud; ver las tres palabras hebreas designadas como H1961 en el léxico de este versículo).
Recordemos también que la primera pregunta que Moisés hizo a Dios no fue “¿Quién es usted?” pues Dios ya le había dicho que Él era el Dios de sus antepasados (de Abraham, Isaac y Jacob en el versículo 6), sino la pregunta principal (la primera en este versículo) fue más bien “¿Cuál es su nombre?” (v.13, ver el versículo completo).
Puesto que la respuesta la encontramos primero en el versículo siguiente, v.14, como también indirectamente en el v.15, podemos concluir que:
YO SOY EL QUE SOY = YO SOY = Jehová (RVR60).
Aún más claramente, con respecto a la segunda pregunta relacionada al nombre de Dios, la pregunta que los judíos de Egipto le iban a hacer también a Moisés con respecto al Todopoderoso, el Dios de sus padres, que se estaba ahora preparándose para salvarlos por medio de Moisés, esta 2da pregunta fue: “¿qué les responderé?” (v.13, es decir, cual es la respuesta de la pregunta primera “¿Cuál es su nombre?”), podemos ahora comparar las respuestas que Dios le da a Moisés dos veces en los versículos 14 y 15, respectivamente:
14: “… Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros.”
15: “… Así dirás a los hijos de Israel: Jehová, … me ha enviado a vosotros.”
(Subrayados y por énfasis.)
Entonces, con respecto a esta segunda pregunta “¿Qué les responderé?” (la cual es una pregunta hecha para enfatizar por seguro la importancia de querer recibir una respuesta a la primera pregunta “¿Cuál es su nombre?”), de los versículos 14 y 15, podemos ver aún más claramente que:
YO SOY = Jehová
Regresando al Evangelio según San Juan, cuando Jesús dijo “Yo Soy” (Juan 8:58), su intención fue aludir a Éxodo 3:14, como tradicionalmente se ha mantenido, y también a otras partes del Antiguo Testamento (como veremos más adelante). Por eso, Cristo si estaba afirmando que, en efecto, Él es Jehová.
El autor de este evangelio, el Apóstol Juan, estaba usando una formula conocida en el griego del LXX (la mayoría de las citas del NT sobre el AT provienen de esta versión, no de la hebrea) para decir que Jesús había dicho que Él era ciertamente Jehová (o Yahweh, otro nombre de Dios basado también en el Tetragrámaton YHWH: ver versiones BLP y BLPH de Éxodo 3:15), pues el Señor Jesús estaba hablando como Dios mismo — alguien que nadie más tenía el derecho de hacer.
Solo Jesús podía declarar directamente y en primera persona “Yo Soy el que Soy” o la forma abreviada de esta, el más simple “Yo soy”, como lo hizo tres veces en Juan 8. Moisés aprendió que el nombre de Dios es “Yo Soy” (aquí usando la forma corta y sin predicado), y eso era lo que iba a decirles a los judíos cuando regresara a Egipto para liberarlos. Ahora bien, si nosotros debiéramos de insistir en un predicado en la forma corta de su auto referencia, es decir, el predicado de la versión corta de “Yo soy” este seria “el que Soy” (v.14). Sin embargo, hay una explicación paralela que no debemos de ignorar.
En Éxodo 3, Dios llamó primero a su siervo Moisés por su nombre dos veces (“Moisés, Moisés” en v.4) y luego de hacer referencia al lugar santo donde estaban (v.5), el Señor mismo se identifica primero (v.6) como el “Yo soy el Dios de tu padre”, añadiendo “Dios de Abraham, Dios de Isaac, y Dios de Jacob” (subrayados por énfasis). Así, cuando el Señor uso la forma corta de su nombre “Yo soy”, es también necesario notar que Dios estaba queriendo decir que Él mismo, el “Yo soy… el Dios de tu padre… Dios de Abraham…” estaba enviando a Moisés a su pueblo para su salvación (cf. v.15: «el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham,..«; subrayado por énfasis).
Entonces, si esto es algo que el Todopoderoso tubo en su mente infinita a la hora de revelarse a Moisés como el «Dios de Abraham«, como parece ser el caso casi por certero, ciertamente es también una posibilidad que Jesús quería decir a los judíos de Juan 8 que Él no solo preexistía eternamente a Abraham (v.58) — sino que Jesús es también el Dios de Abraham — el Dios de aquel patriarca del cual ellos se jactaban de ser sus descendientes.
“Yo soy” les envía… y “Él es” les envía…
En Éxodo 3, desde la perspectiva de Moisés, decir a los judíos que el “Yo Soy” les estaba enviando, así de esa forma, en primera persona “Yo…”; esto podría sonar inadecuado en el mejor de los casos. Dios iba a hablarles de forma indirecta, es decir, por medio de Moisés, quien era el que iba a pronunciar el “Yo Soy” con sus propios labios. Esta podría haber sido la razón por la cual Dios le dice en el v.15 que les diga también que Él era “Jehová” (en RVR60) el que había mandado Moisés, es decir el Tetragrámaton de cuatro consonantes, «YHWH«, que significa “Él es”; es decir, el Dios de Abraham, les estaba mandando.
En el hebreo de aquellos días no se escribían las vocales, y como el Tetragrámaton dejo de pronunciarse por varios siglos antes de Cristo (los israelitas no querían arriesgarse a utilizar mal en Nombre Santo por ninguna razón del mundo), ya para el Siglo I nadie sabía realmente como pronunciar estas cuatro consonantes en la forma de una sola palabra, por lo menos Jesús no lo mencionó tampoco. Por consiguiente, los escritores del NT también siguieron esta tradición y comenzaron a llamar a Dios simplemente como el Señor.
Por eso realmente la palabra “Jehová”, la que se utiliza en RVR60 en vez del Tetragrámaton, es solo una distante aproximación del nombre que solo Moisés tuvo el privilegio de escuchar correctamente.
Si se toman en cuenta las consonantes que tienen en común, el nombre “Yahweh” (consonantes “Y”, “h”, “w”, y nuevamente “h”) es realmente un nombre más aproximado que “Jehová” (consonantes “J”, “h”, y “v”) al Tetragrámaton «YHWH«. Este también se traduce/representa en nuestras biblias como “El Señor”, “El SEÑOR”, o incluso en un caso «El SEÑOR«, con mayúsculas más pequeñas, como podemos verificar en algunas diferentes versiones en español.
Moisés debía decirles que el eterno Dios, el que siempre existe, el único “Él es”, les estaba mandando para liberarlos. Decirles que el “Yo Soy” les estaba mandando, así en primera persona, podría sonar como si Moisés estaría diciendo que él mismo era el Dios de los patriarcas. Mejor era llamar a Dios en tercera persona (de acuerdo a esta posible explicación), es decir, “Él es” — Aquel que existe y que siempre ha existido, ese Dios eterno de generaciones pasadas, el Dios de Abraham y de los otros grandes patriarcas.
Nuevamente, solo Dios tiene el derecho de decir en una declaración directa, en primera persona, “Yo Soy”.
Moisés no pudo ir a Israel y responder a la pregunta ¿Cuál es su nombre? (v. 13) con las palabras yo soy (v. 14). Entonces Dios le dijo: Así dirás a los hijos de Israel: «JEHOVAH… me ha enviado a vosotros. Este es mi nombre para siempre…» (v. 15). Jehovah [YHWH] viene del verbo ser y la forma es una tercera persona masculina singular. Es decir: “ÉL ES me ha enviado a vosotros.” [37]
Dios también dejó en claro que la forma su nombre en tercera persona, Yahweh, debía emplearse inmediatamente (ya que ningún ser humano podría usarla correctamente en la forma de primera persona) y [que este nombre] lo identificaría con su pueblo durante las siguientes generaciones.[38]
En el Nuevo Testamento, Jesús muestra tener el derecho de usar el “Yo Soy”, así en primera persona, y también en diversas formas gramaticales para ilustrar su grandeza y divinidad. Aunque, a primera vista, el uso de esta expresión para establecer la divinidad de Jesús no es tan obvio en los sinópticos (ver por ej. Mateo 14:27 y Marcos 14:62 en sus contextos), el Evangelio de Juan si hace explicito lo que en los otros tres evangelios anteriores era solo implícito. El Apóstol Juan, entonces, cita a nuestro Señor Jesucristo usando esta expresión “Yo Soy” ya sea con o sin predicados (por ej. en Juan 4:26 y Juan 14:6)[39] para expresar generalmente su condición divina (sin predicados directos), pero también para ilustrar sus características divinas y su relación única que Él tiene con sus seguidores (con predicados).[40]
Jesús, el gran “Yo soy” del Nuevo Testamento es entonces el mismo Jehová del Antiguo Testamento. En Juan 8, Cristo quería dejar establecido que Él no solo preexistía a Abraham, sino que Él es sobre todo eterno, que siempre ha existido; y que también Él es el Dios de Abraham, el mismo Dios que se le apareció a Moisés en Éxodo 3. Hay entonces una diferencia clara entre el Creador y un ser creado.
Las declaraciones de “Yo soy” de parte de Jesús son importantes para conocer más sobre su Nombre, sobre su Persona — sobre todo lo que Él representa. Como vimos anteriormente, el contexto es importante. El Señor había previamente afirmado en este mismo capítulo, Juan 8, ser la Luz que guiaría espiritualmente hacia la salvación a un mundo entenebrecido por el pecado: “Yo soy la luz del mundo” (Juan 8:12; cp. Isaías 60:1-3), otra referencia implícita de su deidad — la Luz que ilumina al mundo es de Cristo, y nosotros como sus discípulos tenemos que reflejar esa luz de Jesús a través de nuestras buenas obras (Mateo 5:14). Solo la luz de Cristo puede abrir los ojos de los hombros, el entendimiento de los pecadores, para que puedan verse como en un espejo su verdadera condición espiritual (cf. Santiago 1:23-24).
El gran “Yo Soy” en el libro de Isaías
Aparte de Éxodo 3, son además varios los casos en que el Egō Eimi se utiliza en la traducción precristiana del AT al griego, la Biblia Septuaginta (LXX), especialmente en los capítulos 40-55 de Isaías.[41]
Esta expresión usada por Jesús en el griego de Juan 8:24, 28, 58 refleja una serie de declaraciones que Jehová mismo hizo sobre su propia Persona, para recordar a Israel quien Él es, basado en lo que Él hizo por ellos antes, y en lo que Él hará por ellos y por los gentiles en el futuro. Los judíos no tenían que temer sobre su estado o condición política de aquellos días, Dios mismo les diría de antemano lo que iba a pasar en el futuro, y así ellos iban a creer en su Persona, haciéndoles recordar las grandes proezas de Dios en generaciones pasadas. Cuando estas profecías se cumplieran, ellos comprenderán que solo el Dios Eterno, el supremo “Yo Soy”, puede ejercer su voluntad sobre los asuntos y negocios de toda la humanidad.[42]
El uso de esta frase en el libro de Isaías tiene como meta la de afirmar la continua voluntad que Dios tiene para con su pueblo, basado en los actos de salvación que Jehová tubo para con su pueblo en el pasado, actos que darán así mismo una convicción de esperanza para el futuro.[43]
Esta esperanza futura no sería basada en los actos piadososos que su pueblo podría haber hecho en el pasado, sino más bien Dios promete actuar de esta manera para engrandecer su propio Nombre en el futuro. Los judíos habían pecado por generaciones enteras, cayendo en varios tipos de transgresiones, especialmente en la idolatría, y por eso no se merecían recobrar su libertad del yugo babilónico. Pero Dios, por su amor a Sí Mismo, decide actuar para lograr la salvación de su pueblo de las fuerzas extranjeras, lo cual es un preludio a la salvación espiritual del pecado en nuestros propios días, y también a la salvación de la Babilonia futura que vendrá también en los días finales, un poco antes de que cuando el Reino del Mesías se establezca finalmente en la tierra (Ezequiel 36:16-27; Isaías 65:20-25).
A continuación, veremos entonces algunos ejemplos del uso del Nombre majestuoso de Dios, el “Yo Soy” en Isaías, usando no solo la versión Reina-Valera 1960, sino también una traducción más literal de la versión Septuaginta (griega) al español, la cual es importante porque la mayoría del Nuevo Testamento, incluyendo el Evangelio de San Juan, se escribió en griego, el lenguaje del LXX.[44]
Isaías 41:4: Dios interviene a través del tiempo
RVR60: “¿Quién hizo y realizó esto? ¿Quién llama las generaciones desde el principio? Yo Jehová, el primero, y yo mismo con los postreros.” (Leer en contexto: Isaías 41:1-20.)
LXX: “¿Quién obró e hizo esto? Llamóla, el que la llamó, de generación de principio. Yo, Dios primero, y hasta lo venidero yo soy.”[45] (Subrayado por énfasis.)
Después de hablar de la salvación que Dios brindara a su pueblo a través del “justo” (v.2), es decir Ciro el Grande, el rey persa que Jehová levantó para vengarse de las naciones enemigas de Israel (Isaías 41:25, 45:1; cp. Esdras 1:1-4), Dios recuerda a su pueblo que Él señorea sobre todas las generaciones desde el “principio”, incluyendo naciones enemigas como los caldeos y los otros pueblos opresores, e incluyendo también la generación que proviene de Abraham, a quien Dios mismo llamo su «amigo» (v.8).
De allí, Dios se describe Así Mismo como el «Primero» (cp. Col. 1:15), Quien esta hasta lo venidero (traducción literal), el Dios eterno que siempre ha existido, el gran “Yo Soy” (v.4 en versión literal). Esta declaración es realmente “…una afirmación radical de su creación, su eternidad, su singularidad y su autoexistencia.”[46]
Aunque aquí hay solo un “ἐγώ εἰμι”, el cual está situado al final del versículo, en el comentario bíblico en español de MacArthur (traducción que utiliza RVR60 como base), aprendemos que en este versículo, Isaías 41:4, hay en realidad dos expresiones que se pueden traducir al español como el sagrado “Yo Soy”,[47] el nombre eterno de Dios, quien es el “primero” y el “postrero” (Isaías 44:6).
Esta expresión también nos recuerda las palabras de nuestro Señor Jesucristo, Quien en Apocalipsis 1:8 dijo: “Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin, dice el Señor, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso” (subrayado por énfasis; cp. además Apo. 22:13). El Dios del Antiguo Testamento y Jesús del Nuevo Testamento es el mismo Dios, el Eterno Todopoderoso. La Primera y la Segunda Personas de la Santa Trinidad. Amén.
Isaías 43:25: Dios perdona los pecados
RVR60: “Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí mismo, y no me acordaré de tus pecados.”
LXX: “Yo soy, yo soy el que borró tus iniquidades, por causa mía, y tus pecados; y no recordaré.”[48] (Subrayado por énfasis.)
Aquí, en el contexto del capítulo 43 de Isaías, Jehová el Señor está proclamando que Él es el único Salvador de Israel, pueblo a quien Yahweh escogió. Los israelitas habían sido testigos de las grandes hazañas que Dios hizo desde sus comienzos como nación, y como Él había sido siempre capaz de predecir con exactitud el futuro; todo esto ocurrió para que de esta manera ellos conocieran, creyeran, y entendieran que Dios es el único “Yo soy” (según LBLA y otras traducciones; o “Yo mismo soy”, según RVR60; ver también varias versiones de Isaías 43:10).
En estos versículos, el pronombre personal de Dios, en la primera persona, el “Yo” es enfático,[49] y al comienzo del versículo 25 en particular tenemos el “ἐγώ εἰμι” dos veces, posiblemente por motivos de énfasis. La versión del LXX al español es lo suficiente literal como para entender la inclusión propia del “Yo soy” en este versículo, pero la RVR60 nos da quizás una idea más clara de la idea general en este versículo:
Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí mismo, y no me acordaré de tus pecados. (Subrayado por énfasis.)
En este contexto, “no me acordaré” significa realmente “perdonare”, y la verdad es que solo Dios puede perdonar los pecados de todos los hombres.
En los tiempos de Jesús, los judíos de Mateo 9:1-8 tenían razón en cuanto a su creencia de que solo Dios puede perdonar los pecados de los hombres (y en este caso, los pecados de un paralitico), pero ellos estaban errados en cuanto no pudieron reconocer que Jesús es el Dios encarnado, y por ser Dios, Jesús si podía perdonar los pecados del paralitico, algo que aparentemente en este caso eran necesario hacer antes de proseguir con la sanación corporal. Este grupo de judíos pensaba que Jesús estaba blasfemando al decir que Él podía cumplir una función que solo Dios podía ejercer (v. 3).
Esto nos lleva de regreso al capítulo 8 de San Juan, donde Jesús trataba de explicar, en el versículo 24, de que al menos que esos judíos conocieran, creyeran, aceptaran de que Cristo es el divino “Yo soy”, ellos iban a morir por sus pecados, pues no iban a ser perdonados por Dios:
Por eso os dije que moriréis en vuestros pecados; porque si no creéis que yo soy, en vuestros pecados moriréis. (Subrayado por énfasis.)
En esta ocasión, estos judíos eruditos no parecieron todavía entender a ciencia cierta las implicaciones teológicas de estas palabras, por lo que todavía no reaccionaron violentamente. Pero por el momento, si tuvieron ya el discernimiento suficiente como para ir comprendiendo de que Jesús estaba proclamando ser Alguien con suma autoridad, pues inmediatamente después le preguntan sobre su Persona: “¿Tú quién eres?” (v. 25).
Esta es la pregunta a la que Jesús siempre estaba tratando de responder, y en este caso (como acabamos de ver), Cristo ya había realmente hecho justamente eso el v. anterior (parecían que ellos estaban yendo en círculo), y también iba a responder a esta misma pregunta dos veces más en los versículos 28 y 58 al afirmar enfáticamente que Él es el divino “Yo Soy”.
Isaías 52:6: El Nombre de Dios será realmente conocido por su pueblo
RVR60: “Por tanto, mi pueblo sabrá mi nombre por esta causa en aquel día; porque yo mismo que hablo, he aquí estaré presente.” (Ver contexto: Isaías 52:1-12).
LXX: “Por esto conocerá mi pueblo mi nombre, en aquel día, porque yo soy el mismo, que hablo.” (Subrayados por énfasis.)
En el contexto inmediato a la salvación de pecados por medio de la obra redentora del Siervo Sufriente (Isaías 53), Dios invita a su pueblo de una forma dramática a alistarse para recibir su salvación del yugo Babilónico, prenuncio de la salvación espiritual l futura.[50]
Después de su liberación futura, los judíos por fin van a conocer realmente el nombre de Dios (v.6 en LXX: “Por esto conocerá mi pueblo mi nombre”) — un tipo de conocimiento que se obtiene a través de una experiencia personal, a través de haber sido testigo personal del gran poder redentor de Dios. En «aquel día» (hablando de los días finales, ya que el regreso del exilio de Babilonia era solo un prenuncio de lo que pasaría en el Reino Milenario del Mesías), los judíos y el mundo entero conocerán realmente el Nombre de Dios: el gran «Yo Soy«, pues Dios mismo estará allí en ese reino presente (“porque yo mismo que hablo, he aquí estaré presente”).
Su pueblo verá al Mesías allí mismo, claramente, «ojo a ojo» lo verá (v.8).[51] No hay nada simbólico acerca del Milenio, será un reino real y verdadero; real en verdad y en certeza, pero real también en nobleza, pues Jesucristo es el Rey, Quien no solo habló la verdad por medio de Isaías y Juan, sino Quien dijo también serlo (Juan 14:6).
Dios mismo, que habla y profetisa todo desde el comienzo, revela su palabra por medio de sus profetas (Amós 3:7), para que cuando estos a acontecimientos sucedan, ellos mismos sepan, conozcan, entiendan que Dios es el único «Yo Soy» (cf. Juan 8:28, 43), el que siempre ha existido y siempre existirá, el que no va a compartir su gloria con nadie (Isaías 42:8). Conocer el Nombre de Dios (ver v. 6 en varias versiones y en la LXX) significa conocer a Dios de verdad, con todos sus atributos personales, especialmente su santidad, benevolencia y justicia. Aunque Dios había previamente revelado a su pueblo su bendito Nombre por medio de Moisés, los israelitas no tenían realmente un conocimiento o una relación personal con su Creador.
Así también hoy en día, uno podrá tener conocimiento intelectual del Nombre de Dios, “Yo Soy”, o los dos derivados más conocidos del Tetragrámaton, Yahweh o Jehová, pero esto no será suficiente para alcanzar a Dios. Algunos inclusive se podrán jactar de pronunciar siempre el Nombre “correcto” de Dios, Jehová en tal opinión, como si tal pronunciamiento o declaración del Nombre de Dios los hará salvos de una forma mágica, pero esto no es así. Es vanidad de vanidades el auto gloriarse de ser miembros selectos de una organización humana. Aun siguiendo el credo o la religión más pura, como si esto fuera posible, puede haber un distanciamiento espiritual entre Dios y el hombre. Y la gran sima que divide a Dios del hombre es el pecado. No hay tragedia más grande que morir en pecado (Juan 8:24; cp. Ezequiel 3:20-21).
Los judíos de Juan 8, aquellos que se jactaban de ser hijos de Dios por su conexión étnica o ancestral (final del v. 41), en realidad eran hijos del diablo (v. 44). Tener una relación superficial con Dios no es suficiente. Uno tiene que creer, conocer, aceptar que Jesús es realmente Dios para que así Él pueda perdonar nuestros pecados por medio de su sacrificio en la Cruz, perseverando siempre en la doctrina verdadera de Jesús (notar las palabras claves “creéis” en v. 24 y “permaneciereis” en v. 31).[52]
Todos en el futuro nos arrodillaremos ante Jesucristo (Romanos 14:11 y Filipenses 2:10-11), y todos finalmente sabremos quien es el Eterno “Yo Soy”, aquel Quien fue levantado en la Cruz por amor al mundo, exaltado para la gloria del Padre. Y así, a las finales, algunos irán a morar con Él para siempre, pero otros serán resucitados para condenación eterna (Juan 5:29): “Cuando hayáis levantado al Hijo del Hombre, entonces conoceréis que yo soy…” (Juan 8:28).
Otros usos del «Egō» en la Biblia y en literatura pagana
Ahora es necesario hacer una pequeña aclaración sobre el Egō Eimi en la Biblia. Esta aclaración es más que nada una excepción a la regla que una regla en sí. En la Biblia la frase “yo soy”, aun sin un predicado, no constituye necesariamente una declaración de divinidad. Todo depende del contexto.
Ver, por ejemplo, el “yo soy” en el capítulo 9 de Juan, donde se debatía la persona de aquel que había sido ciego (Juan 9:9). En esta historia (leer todo el capítulo 9 para entender bien la enseñanza), el que había sido ciego, para terminar con las dudas de sus vecinos, utiliza el primer pronombre “yo” con el verbo “soy” para aclarar que, en efecto, él era el que había sido ciego, el mismo que antes mendigaba, y que no era solo otro individuo que se parecía físicamente a su persona. En este caso, el contexto de la historia indica claramente que allí no hay ninguna alusión de deidad.
Por otro lado, hay también evidencias suficientes del uso inapropiado del «ἐγώ» en el Antiguo Testamento (versión LXX), es decir, cuando estas tienen falsas connotaciones divinas. En Isaías 47, por ejemplo, vemos la arrogancia del pueblo de Babilonia, quien es personificado en la forma de una “mujer voluptuosa” (v.8), quien iba a ser humillada por Dios no solo por el mal trato que ella había dado a los israelitas, sino también como castigo a su arrogancia, pues ella había dicho en su corazón “Yo soy, y fuera de mí no hay más” (ver el “εγώ ειμι” v.8 del léxico en inglés, cp. Apocalipsis 18:7, y comparar también el lenguaje de este verso también con Isaías 44:6 y 45:5-6).
Otro ejemplo del uso inapropiado de esta frase en la Biblia se encuentra en Ezequiel 28. En este caso, el rey de Tiro se llena de orgullo y se proclama ser él mismo Dios (ver v.2 en la versión literal LXX se lee “Dios soy yo”; cp. también con el “θεός ειμί εγώ” del léxico en inglés de este pasaje). Sin embargo, en esta historia, ya para el versículo 13, cualquier lector alerta notará que el ser espiritual detrás del rey de Tiro era nadie menos que el mismo Satanás, pues un rey común como el de Tiro no pudo haber estado en el Jardín de Edén.
No hay la menor duda que Satanás siempre está detrás del ocultismo, la magia, o cualquier otra forma o manifestación de religión falsa, mezclando a menudo la verdad con la mentira. En la literatura pagana del antiguo Medio Oriente, no falta ejemplos del uso del indiscriminado del pronombre «yo» (o “εγώ” si está en griego), para auto atribuirse divinidad. En un papiro egipcio sobre magia, por ejemplo, un gobernante supremo de la época, Rê, describe la creación y la destrucción del dragón de la siguiente manera: «Yo soy el que surgió como Cheperi … yo creé … yo destruí, etc.” Es interesante notar también que el pronombre «yo» ocurre una docena de veces en este antiguo documento. [53]
De una forma similar, en la autorrevelación de Ahura Mazda (considerado en tiempos antiguos como el espíritu más elevado en el zoroastrismo, la antigua religión meda y persa), se expresa en él mismo estilo en el Avesta: «Yo soy el Guardián y yo soy el Creador y Protector … yo soy llamado el Salvador …«.[54]
En resumen, aunque el Egō Eimi de la versión LXX en Éxodo 3:14 ha sido tradicionalmente aceptada como la alusión más directa del “Yo Soy” en Juan 8:58, la que Jesús uso para expresar su divinidad; aun así, Éxodo 3:14 no es la única referencia a este nombre de Dios en el Antiguo Testamento. Yahweh también utiliza el título “Yo Soy” para describir a su Eterna Persona en el libro de Isaías — y aun en otras partes del Antiguo Testamento que no hemos analizado aquí (por ej. Deuteronomio 32:39). Entonces, el libro de Isaías, especialmente los capítulos 40–55, también proporcionan un fundamento teológico para confirmar categóricamente que Jesús estaba afirmando su deidad eterna al usar la frase “Yo Soy” tres veces en el capítulo 8 de Juan, especialmente en lo que es considerado como el clímax de esta conversación: Juan 8:58.
Ya para el final de este capítulo, la reacción de parte de los judíos también confirma la clara interpretación de que Jesús estaba afirmando su deidad al usar la frase “Yo soy”. En el Antiguo Testamento si alguna persona se atrevía a decir que él era Dios, esto sería considerado un uso inadecuado de la palabra Dios, y constituía por consiguiente una blasfemia, y bajo la ley mosaica, esa persona debía de ser apedreada (Levítico 24:16). Por eso los judíos de Juan 8 que no habían creído, aun en los tiempos del Nuevo Testamento y de la ley romana, trataron de matar a Jesús de una forma impetuosa — porque ellos no creyeron que Jesús es en efecto el mismo “Yo Soy” del Antiguo Testamento.
Si el Señor Jesús solo les hubiera querido decir que Él era solamente lo suficientemente anciano como para haber conocido a Abraham personalmente (como algunos pseudo cristianos arguyen para poder así negar la divinidad de Cristo), los judíos posiblemente solo se hubieran burlado de Jesús, le hubieran seguido llamando samaritano o endemoniado (cp. Juan 8:48); pero ellos no hubieran querido desafiar la ley romana, matando a pedradas a alguien por considerarlo ser solo un demente, un poseído, o un samaritano. Además, como vimos anteriormente (en las explicaciones de Bartley y Lenski, por ejemplo), el texto griego claramente no apoya tal explicación. Los dos verbos griegos distintos, que se usan también con tiempos gramaticales distintos, hablan de la vida temporal de Abraham, que comenzó con su nacimiento, y forman un contraste con la eterna existencia de Jesús, quien siempre ha existido.
Consideraciones finales
La divinidad de Jesús es una doctrina fundamental del cristianismo. Es uno de esos conceptos teológicos que el cristiano no puede simplemente cambiar. La Biblia es bastante clara en referirse a Jesús como el Hijo de Dios; es decir, Cristo tiene la misma substancia y esencia que el Dios Padre. Aunque en el Antiguo Testamento tenemos solo algunos indicios sobre la divinidad de Cristo, el Mesías que vendría a la tierra, el Nuevo Testamento contiene varias declaraciones directas que confirman su deidad. Como hemos analizado minuciosamente en este ensayo, son varios los personajes bíblicos que confirman la identidad divina de Cristo: Los apóstoles Juan, Tomas, Pablo, Pedro, el autor de Hebreos y sobre todo Jesucristo mismo. Ellos declararon enfáticamente que Jesús es Dios.
Cualquier persona o grupo religioso que niegue la divinidad de Jesucristo esta atentando contra la esencia misma del Mensaje de Salvación. Si para una persona Jesús solo representa un ángel, un dios menor, un profeta o simplemente un buen maestro de religión; eso es lo que Jesús se va a convertir para esa persona, pues estaría negando la esencia divina del Dios encarnado. Un ángel o un ser humano no puede morir por los pecados de toda la humanidad de todos los tiempos. Si alguien cree que Jesucristo fue solo un ángel o un ser humano, entonces eso es lo que Jesús se va a convertir para tal persona; y por consiguiente, yo creo que el sacrificio que Cristo hizo en la Cruz va a ser vano para tal persona, pues no estaría honrando al Salvador del mundo.
Como también vimos anteriormente, el Señor Jesús fue bastante claro al insistir que al menos que uno creyera que Él es el “Yo Soy”, ese hombre o mujer iba a morir por culpa de sus pecados no perdonados (Juan 8:24). ¡No hay desastre o tragedia más grande para el hombre que morir por sus pecados! Después de la muerte no hay segundas o terceras oportunidades.
Dios, sin embargo, no quiere que nadie entre a la condenación eterna por causa de sus pecados no perdonados, y por eso envió a su Higo Unigénito para que todo aquel que en Él crea no se pierda más tenga vida eterna. En Juan 3:16, el Apóstol Juan resume el Evangelio de Salvación de una forma bastante simple. Allí, Juan nos dice que Dios nos amó tanto que inclusive sacrificó a su propio Hijo, y que parte de la condición para la salvación eterna es creer en el Hijo. Y como si esto no fuera lo suficientemente claro, el apóstol procede a enfatizar esta gran declaración con su correspondiente antítesis, es decir, el que no cree en el nombre de Jesús, ya ha sido condenado (v.18).
Creer en cualquier Jesús no es suficiente, uno tiene que creer en el verdadero Jesús, el Hijo del Dios viviente (Mateo 16:16), el Dios con nosotros (Isaías 7:14; Mateo 1:23).
Notas y Bibliografía
[1] Al menos que se mencione lo contrario, todas las citas bíblicas en este ensayo provienen de la versión Reina-Valera 1960. Además, cualquier texto de alguna obra en inglés que mencione como cita directa será traducida por mí.
En el internet, la mayoría de las citas de libros cristianos estarán disponibles generalmente solo en inglés. Siempre trataré de proveer un enlace a la cita del español original (si está disponible) o al de alguna traducción al español (si el original fue escrito en inglés). En este segundo caso, cuando la traducción al español no esté disponible, para el beneficio de los lectores, trataré de enlazar la cita a algún sitio web que contenga la cita original en inglés (por ejemplo, la referencia del comentario de Bob Utley en la Nota 12 de abajo). En el caso de Google Libros, generalmente solo algunas páginas selectas de las obras estarán disponibles (por motivos del derecho de los autores). Aun en estos casos, hay veces será necesario ir al enlace, y de allí en esa página, será necesario cliquear el botón “search” para encontrar la cita que generalmente (el comienzo de está) estará iluminada en amarillo fluorescente.
[2] J. Alec Motyer, Isaiah: An Introduction and Commentary, vol. 20, Tyndale Old Testament Commentaries (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 1999), 102.
[3] H. D. M. Spence-Jones, ed., Isaiah, vol. 1, The Pulpit Commentary (Londres, Nueva York: Funk & Wagnalls Company, 1910), 166-167. Ver sección “Pulpit Commentary” en http://biblehub.com/commentaries/isaiah/9-6.htm.
[4] Albert Barnes, Notes on the Whole Bible, Isaiah 9:6: The mighty God, StudyLight.org. Visitado el 19 de marso, 2018, https://www.studylight.org/commentary/isaiah/9-6.html. Además, en el Believer’s Study Bible (Biblia de Estudio del Creyente), se menciona la traducción literal: “‘Dios Fuerte’ (el gibbor, en Hebreo) es literalmente «Héroe de Dios«, es decir, «un Dios heroico«, un énfasis en la deidad del Mesías.” Como leímos, la diferencia de la traducción literal con la que tenemos (RVR60) no tiene que ver con la palabra “Dios”, sino con el adjetivo “Fuerte”. W. A. Criswell et al., eds., Believer’s Study Bible, electronic ed. (Nashville: Thomas Nelson, 1991), Is 9:6. Esta publicación de W. A. Criswell es también conocida como The Holy Bible: Baptist Study Edition (La Santa Biblia: Edición de Estudio Bautista).
[5] Como anécdota personal, les contare que cuando mi hijo tenía menos de un año, notaba que siempre decía “hay Dios mío” cuando se quejaba de algo. Puesto que en esos días no estaba caminado con el Señor, esto me parecía muy gracioso, y siempre me preguntaba porque hacia esto. ¡Poco después me di cuenta de que eso era lo que yo también hacia! Lo hacía yo de una forma inconsciente, pero lo hacía. El niño solo estaba aprendiendo lo que su padre hacía. Aun después de regresar a Cristo no me daba cuenta que esto realmente era algo que no agrada a Dios, usar su nombre en vano, aun en formas aparentemente inofensivas. El nombre de Dios es santo y debe usarse solo con reverencia.
[6] Crossway Bibles, The ESV Study Bible (Wheaton, IL: Crossway Bibles, 2008), 2071.
[7] John MacArthur, Biblia de Estudio MacArthur (Nashville, TN: Thomas Nelson, 1997), Romanos 9:3.
[8] Juan Carlos Cevallos, Comentario Bíblico Mundo Hispano Tomo 19: Romanos. (El Paso, TX: Editorial Mundo Hispano, 2006), 165. Ver también: Rafael Porter, Estudios Bı́blicos ELA: Salvos Por La Fe (Romanos Parte I) (Puebla, Pue., México: Ediciones Las Américas, A. C., 1987), 85. Un último comentario que habla sobre estas bendiciones especiales: Jorge S. Somoza, Comentario Bı́blico del Continente Nuevo: Romanos (Miami, FL: Editorial Unilit, 1997), 171–175.
[9] Somoza, p. 175.
[10] R. C. H. Lenski, The Interpretation of St. Paul’s Epistle to the Romans (Columbus, Ohio: Lutheran Book Concern, 1936), 587 y 589.
[11] «(4.) that μεγάλου would be uncalled for, if applied to the Father.» John Peter Lange et al., A Commentary on the Holy Scriptures: Titus (Bellingham, WA: Logos Bible Software, 2008), 17.
[12] Bob Utley, Las Cartas Pastorales a Timoteo Y Tito: El Cuarto Viaje Misionero de Pablo, ed. Patricia Cabral and Gisela Ramos, trans. Walt Emerson Morgan Downs, Comentario Del Intérprete Bíblico (Marshall, TX: Lecciones Bíblicas Internacional, n.d.), Tt 2:13.
Ver también el comentario original en inglés del Dr. Utley: «The terms «appearing» (which contextually relates to Christ’s Second Coming) and «great» are never used of YHWH.» Bob Utley. «Titus 2» («our great God and Savior, Christ Jesus»; sección de Titus 2:13). Bible Lessons International. http://www.freebiblecommentary.org/new_testament_studies/VOL09/VOL09_09.html (visitado el 20 de Marzo del 2019).
[13] Warren W. Wiersbe, Fieles En Cristo: Estudio Expositivo de Las Epístolas a Timoteo, Tito Y Filemón (Sebring, FL: Editorial Bautista Independiente, 1994), 111.
[14] Sobre la regla de Granville Sharp, William Hendriksen nos ofrece esta explicación de cómo el uso de un solo artículo corresponde a una sola Persona, en este caso, a nuestro Señor Jesucristo:
Debemos considerar correcta la traducción unipersonal…
A menos que haya alguna razón específica en sentido contrario, la regla sostiene que cuando el primero de dos sustantivos del mismo caso y unidos por la conjunción y va precedido por el artículo, el cual no se repite delante del segundo sustantivo, ambos se refieren a la misma persona. Cuando el artículo se repite delante del segundo sustantivo, se está hablando de dos personas. Ejemplos:
-
-
- El artículo precede al primero de dos sustantivos y no se repite delante del segundo: “el hermano vuestro y partícipe”. Los dos sustantivos se refieren a la misma persona, a Juan, y la expresión se traduce correctamente “vuestro hermano y copartícipe” (Ap. 1:9).
- Dos artículos, uno precede a cada sustantivo: “Sea para ti como un gentil y un publicano” (Mt. 18:17, V.M.). Los dos sustantivos se refieren a dos personas (en este caso, cada una representa una clase).
-
Ahora, según esta regla, las discutidas palabras de Tito 2:13 se refieren claramente a una persona, esto es, Cristo Jesús, porque traducida palabra por palabra la frase dice:
“de el gran Dios y Salvador nuestro Cristo Jesús”. El artículo que está delante del primer sustantivo no se repite delante del segundo, y por lo tanto, la expresión debe ser traducida:
“de nuestro gran Dios y Salvador Cristo Jesús”.
No se ha podido encontrar razón válida que pueda mostrar que la regla (Granville Sharp) no se puede aplicar en el caso presente. De hecho, se reconoce generalmente que las palabras que aparecen al final del v. 2 Pedro 1:11 en el original se refieren a una persona y deben traducirse: “nuestro Señor y Salvador Jesucristo”. Pero, si eso es verdad, ¿por qué no puede ser así en la expresión esencialmente idéntica en 2 Pedro 1:1 y aquí en Tit. 2:13, y entonces traducir: “nuestro Dios y Salvador Jesucristo” (o “Cristo Jesús”)?”
Fuente: William Hendriksen, Comentario Al Nuevo Testamento: 1 Y 2 Timoteo Y Tito (Grand Rapids, MI: Libros Desafío, 2006), 424–425.
[15] Hendriksen, p. 425. Ver también el segundo párrafo (sobre el termino “appearing”) en la Nota 12 anterior.
[16] W. A. Criswell et al., eds., Believer’s Study Bible, electronic ed. (Nashville: Thomas Nelson, 1991), 2 Pe 1:1.
[17] Sobre este tema, en su Introducción a la 2 Epístola de Pedro, sección Temas Históricos y Teológicos, MacArthur escribe: “Otro tema que continuamente se menciona es la importancia del conocimiento. La palabra, “conocimiento”, aparece en alguna forma dieciséis veces en estos tres cortos capítulos. No es demasiado decir que la solución primordial de Pedro a la falsa enseñanza es conocimiento de la verdadera doctrina.” John MacArthur, Biblia de Estudio MacArthur (Nashville, TN: Thomas Nelson, 1997), 2 Pe.
[18] Robert E. Picirilli, “Commentary on the Books of 1 and 2 Peter,” in James, 1, 2 Peter, & Jude, ed. Robert E. Picirilli, First Edition, The Randall House Bible Commentary (Nashville, TN: Randall House Publications, 1992), 232.
[19] Eldon R. Fuhrman, “Segunda Epístola de Pedro,” in Comentario Bíblico Beacon: Hebreos Hasta Apocalipsis (Tomo 10) (Lenexa, KS: Casa Nazarena de Publicaciones, 2010), 333.
[20] Según Bauckham, a Jesús se le llama “Salvador” dieciséis veces en el Nuevo Testamento: “Lucas 2:11; Juan 4:42; Hechos 5:31; 13:23; Efesios 5:23; Filipenses 3:20; 4:14; cuatro veces en las Pastorales: 2 Timoteo 1:10; Tito 1:4; 2:13; 3:6; cinco veces en 2 Pedro 1:1, 11; 2:20; 3:2, 18.” Richard J. Bauckham, 2 Peter, Jude, vol. 50, Word Biblical Commentary (Dallas: Word, Incorporated, 1998), 169.
[21] Ver también Juan Carlos Cevallos, Comentario Bíblico Mundo Hispano Tomo 23: Hebreos, Santiago, 1 Y 2 Pedro, Judas (El Paso, TX: Editorial Mundo Hispano, 2006), 376.
[22] Andrés Vásquez. “Regla Granville Sharp: Tito 2:13 y 2 Pedro 1:1”. Teología Reformada: Divinidad. http://teologikareformada.blogspot.com/2013/11/normal-0-21-false-false-false-es-x-none.html (última visita: 13 de marzo, 2019).
[23] “When, however, this writer wishes to distinguish the two persons, in 1:2, the construction is different: τοῦ θεοῦ καὶ Ἰησοῦ τοῦ κυρίου ἡμῶν (“of God and Jesus our Lord”).” Bauckham, p. 168.
[24] Según W. A. Criswell, otro tema central de Hebreos es también que Jesús es el “el Gran Sumo Sacerdote”. Sobre esto, Criswell también comenta: “Hebreos sostiene un pensamiento de principio a fin: Jesús, el Sumo Sacerdote, en Su ministerio y expiación por los pecados, es superior a todo lo que ofrece el ministerio colectivo dentro del judaísmo.” W. A. Criswell et al., eds., Believer’s Study Bible, electronic ed. (Nashville: Thomas Nelson, 1991), Introduction. Con respecto a la madurez spiritual, ver también: Gonzalo Sandoval, Estudios Bíblicos ELA: Hacia La Madurez (Hebreos) (Puebla, Pue., México: Ediciones Las Américas, A. C., 1986).
[25] “‘Mejor que’ es una frase característica, que ocurre trece veces. Por ejemplo, Jesús es mejor que: (1) los profetas, (2) los ángeles, (3) Moisés, (4) Aarón, (5) Josué y (6) los sacerdotes levitas. En Hebreos, Jesús y su nuevo orden se contrastan con todo lo que le precedió, y se declara su superioridad.” W. A. Criswell et al.
[26] “Hasta aquí habíamos visto varios de sus atributos divinos: su poder creador (v. 2), su dignidad suprema y gobierno (v. 3), su consustancialidad con el Padre (v. 5) y su derecho de adoración (v. 6). Ahora el testimonio del Espíritu a su naturaleza divina [de Jesús] se hace aún más claro: ‘Tu trono, oh Dios…’” David F. Burt, El Resplandor de Su Gloria, Hebreos 1:1–14, vol. 129, Comentario Ampliado del Nuevo Testamento (Terrassa (Barcelona): Editorial CLIE, 1993), 180.
[27] Simon J. Kistemaker, Comentario Al Nuevo Testamento: Hebreos (Grand Rapids, MI: Libros Desafío, 1991), 57.
[28] Crossway Bibles, p. 2362.
[29] F. F. Bruce, por ejemplo, comenta: “No podemos estar seguros si el novio fue un rey del norte o del sur, pero parece más probable que fuera un príncipe de la casa de David.84” F. F. Bruce, La Epístola a Los Hebreos (Grand Rapids, MI: Libros Desafío, 2002), 19, incluyendo Nota 84.
Así mismo, en la Biblia de Estudio ESV leemos: “La cita (Sal. 45: 6-7) es de un salmo que ensalza al rey davídico. Solo Jesús, como el Mesías davídico (el Ungido), cumple realmente con esta descripción, ya que al reinar a la diestra de Dios (Hebreos 1: 3, 13), Él posee un reino eterno (por siempre y para siempre) y reina con verdadera justicia (4:15; 7: 26-28).” Crossway Bibles, p. 2362. Ver una citación de este comentario bíblico sobre Heb. 1:8–9 en inglés: http://christs-covenant-church.journeymaker.org/hebrews/days/1 (visitado el 20 de marzo del 2019).
[30] Kistemaker en su Nota 32: “Juan Calvino y otros eruditos han entendido que este salmo describe un matrimonio del Rey Salomón. La Biblia de Jerusalén, en una referencia al Sal. 45, expresa: ‘Según algunos estudiosos, este salmo puede ser un canto secular para celebrar las nupcias de un rey israelita, Salomón, Jeroboam II, o Acab (cuya novia fue una princesa de Tiro, 1 R. 16:31). Pero la tradición judía y cristiana aplican este poema a las bodas del Rey Mesías con Israel …’” Kistemaker, Heb. 1:8.
[31] “Otros, sin ir tan lejos, suponen que el salmista se dirige a Salomón y le llama «Dios» porque el rey, si bien no es divino en sí mismo, era el representante de Dios ante el pueblo. El ungido de Dios hace las veces de Dios en el gobierno y en el juicio del pueblo, y por lo tanto es llamado Dios.” Burt, p. 178.
[32] Ver “What is the meaning of I AM WHO I AM in Exodus 3:14?” (¿Cuál es el significado de Yo Soy el Que Soy en Éxodo 3:14?”). Visitado el 13 de marzo del 2019: https://www.gotquestions.org/I-AM-WHO-I-AM-Exodus-3-14.html.
[33] En las palabras de Bartley: “La RVA hace bien en traducir el verbo como existiera en vez de ‘fuese‘ (ver RVR-1960). Nótese el contraste entre los verbos existiera y Soy. El primero, que se refiere a Abraham, traduce el verbo griego ‘llegar a ser’, indicando un comienzo en tiempo y espacio. En cambio, el Yo Soy (ego1473 eimi1510) incluye el pronombre personal enfático y ese verbo que expresa el ‘Ser eterno’, sin principio ni fin.” James Bartley et al., Comentario Bı́blico Mundo Hispano: Juan, 1. ed. (El Paso, TX: Editorial Mundo Hispano, 2004), 208.
[34] Lenski, p. 670.
[35] Crossway Bibles, p. 2041.
[36] D. A. Carson, “The Gospels and Acts,” in NIV Zondervan Study Bible: Built on the Truth of Scripture and Centered on the Gospel Message, ed. D. A. Carson (Grand Rapids, MI: Zondervan, 2015), 2171.
[37] Daniel Carro et al., Comentario Bíblico Mundo Hispano Éxodo, 1. ed. (El Paso, TX: Editorial Mundo Hispano, 1993–), 70. Ver cita mencionada en https://bendicionescristianaspr.com/exodo-3-llamamiento-de-moises/8/.
[38] Douglas K. Stuart, Exodus, vol. 2, The New American Commentary (Nashville: Broadman & Holman Publishers, 2006), 122.
[39] Ver también: Jack Kelley. “Los Siete ‘YO SOY’ en el Evangelio Según Juan”. Grace thru Faith. https://gracethrufaith.com/es/estudios-biblicos-en-espanol/los-siete-yo-soy-en-el-evangelio-segun-juan/ (visitado el 13 de marso, 2019).
[40] Por ejemplo, en Juan 10:9 el predicado en esta analogía es la Puerta (“Yo soy la puerta…”); es decir, Jesús es la Puerta para la salvación de los hombres. Él es el único camino que conduce a Dios (Juan 14:6). En Juan15:5, Cristo es la Vid, y los hombres las ramas, que sin la vid no podemos sobrevivir. Los cristianos tenemos una dependencia total en Cristo.
[41] D. A. Carson, The Gospel according to John, The Pillar New Testament Commentary (Leicester, England; Grand Rapids, MI: Inter-Varsity Press; W.B. Eerdmans, 1991), 358.
[42] “Como se ha notado a menudo, este dicho de Jesús hace eco de una serie de pronunciamientos del Dios de Israel en el Antiguo Testamento (particularmente en Isaías), recordando a Israel quién es él, qué ha hecho y qué hará. Tales pronunciamientos son introducidos por ‘yo [soy] Él’ en la Biblia hebrea, y por ‘Yo Soy’ en el Antiguo Testamento griego.” J. Ramsey Michaels, The Gospel of John, The New International Commentary on the Old and New Testament (Grand Rapids, MI; Cambridge, UK: William B. Eerdmans Publishing Company, 2010), 534.
[43] “Su propósito, con mayor frecuencia, es afirmar la continuidad entre las revelaciones y las acciones de Dios en el pasado y lo que está haciendo, o hará, en el presente y en el futuro cercano.” Michaels, 534.
[44] Andrew Perry. “Did the NT Writer’s Quote the LXX?”. Academia.edu. https://www.academia.edu/5763813/Did_the_NT_Writers_Quote_the_LXX (Visitado el 10 de marzo, 2019).
[45] τίς ἐνήργησεν καὶ ἐποίησεν ταῦτα ἐκάλεσεν αὐτὴν ὁ καλῶν αὐτὴν ἀπὸ γενεῶν ἀρχῆς ἐγὼ θεὸς πρῶτος καὶ εἰς τὰ ἐπερχόμενα ἐγώ εἰμι. Ver Isaías 41:4 en el LXX. Yeshaiya (Isaiah) 41 :: Septuagint (LXX). Blue Letter Bible. https://www.blueletterbible.org/lxx/isa/41/1/s_720004 (visitado el 4 de febrero, 2019).
[46] John N. Oswalt, The Book of Isaiah, Chapters 40–66, The New International Commentary on the Old Testament (Grand Rapids, MI: Wm. B. Eerdmans Publishing Co., 1998), 83–84.
[47] “Yo Jehová… yo mismo. Es válido traducir las dos expresiones hebreas “Yo soy” (vea también 42:8; 43:10, 13; 46:4), un título mesiánico apropiado por Jesús con frecuencia como testimonio explícito de su deidad.” MacArthur, Is 41:4.
[48] ἐγώ εἰμι ἐγώ εἰμι ὁ ἐξαλείφων τὰς ἀνομίας σου καὶ οὐ μὴ μνησθήσομαι. Ver Isaías 43:25. Yeshaiya (Isaiah) 43 :: Septuagint (LXX). Blue Letter Bible. https://www.blueletterbible.org/lxx/isa/43/1/s_722001 (visitado el 4 de febrero, 2019).
[49] “Diecinueve palabras en el texto hebreo de estos versos están en forma singular en primera persona (yo, mí, mi [adjetivo posesivo]).” Crossway Bibles, p. 1318.
[50] Más sobre el contexto de Isaías 52, versículos 1-12: El capítulo 52 habla sobre la salvación que los judíos iban a recibir después del regreso de la cautividad babilónica (cf. v.11), y estos versículos en particular hablan también del llamado de Dios para que su pueblo se prepare para recibir su salvación (v.2). Esta redención iba a ser gratuita (v.3); pero, aun así, Dios demandaba acción de parte de su pueblo, quien en este pasaje es ilustrado gráficamente como una mujer (la “hija de Sion” en v.2). Ella tendría que alistarse, despertándose primero de su estado letárgico, poniéndose sus hermosos vestidos de gala, sacudiéndose el polvo de la suciedad, soltando se el yugo de su esclavitud, sentándose en lo que algunos han interpretado como un trono real (v.2).
Aquí aprendemos una lección que transciende realmente los tiempos y los espacios: Dios provee el medio de salvación física y espiritual, por medio del Siervo Sufriente, pero la iglesia tiene que recibirla y tomar acciones concretas. Reconocer su estado de esclavitud espiritual es solo el primer paso (contrastar esto con Juan 8:33). Es importante además permanecer o perseverar en su palabra (Juan 8:31). Finalmente, esto también incluye honrar siempre el Nombre de Dios, el eterno «Yo Soy» (cf. Juan 8:49).
Como vemos en Isaías, por culpa de los judíos, a quienes Dios tuvo que castigarlos varias veces por sus pecados (Ezequiel 36:16-20), los gobernadores gentiles blasfemaban continuamente el «nombre» de Dios (Isaías 52:5). Esto se debe a que, en aquellos días, el poder de cada dios regional era medido en parte por las victorias militares de sus pueblos. Por eso, cuando los judíos fueron esclavizados y deportados a Babilonia, los gobernadores opresores consideraron que el Dios de Israel era débil. Pero esto no era así, el Dios de Israel era fuerte al castigar aún a su propio pueblo por sus pecados.
Dios no siempre revela su poder a través de victorias militares, y en Isaías 52:13-53:12, el Señor revelaría la forma y el medio por el cual Dios vencería definitivamente el pecado del hombre. Dios vencería al pecado no por medio de maniobras militares o conquistas políticas, sino a través de la encarnación de su Hijo Unigénito (Juan 3:16), quien sería conocido en Isaías como el Siervo Sufriente, el Dios-hombre que revelaría la gloria de Dios en la tierra (Juan 1:14).
[51] MacArthur, hablando sobre la frase “ojo a ojo” explica: “Vea Números 14:14. Esta expresión hebrea aludía a dos personas tan cerca una de la otra que pueden ver la pupila de los ojos de cada una. El punto es que los mensajeros de la verdad (“atalayas”) verán al Señor regresar a Sión con la misma claridad con la que pueden verse ojo a ojo entre sí.” MacArthur, Is 52:8.
[52] En Isaías 52:1-6 vemos que Dios es el que toma la iniciativa de liberar a su pueblo de Babilonia, no porque ellos se lo merecían (Ezequiel 36: 22-23), sino que Dios lo iba a hacer por amor a su propio Nombre. Esta decisión divina habla de la soberanía de Dios sobre los hombres.
Pero Dios también insta a su pueblo a prepararse para su salvación; hay un factor de voluntad humana. El remanente (representado metafóricamente como una mujer: la “hija de Sion”) tendría que ponerse sus ropas hermosas de santidad (cf. Apo. 3:4-5); sacudirse el polvo del lamento (salir de un estado de aflicción, contrastar esto con la mujer de Babilonia en Isaías 47:1); y librarse de sus ataduras en el cuello (soltarse de las cadenas de esclavitud, ver versiones NBV y NTV del v. 2).
El hombre por sí solo no puede alcanzar su salvación espiritual. Dios tiene que tomar la iniciativa, queriendo que todo hombre sea salvo (1 Timoteo 2:4). Pero, a la misma vez, el hombre tiene la libertad de responder al llamado inmerecido de Dios. Este es el factor de la voluntad y responsabilidad humana.
[53] Ethelbert Stauffer, “Ἐγώ,” ed. Gerhard Kittel, Geoffrey W. Bromiley, and Gerhard Friedrich, Theological Dictionary of the New Testament (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1964–), 343.
[54] Stauffer, p. 343. Ver también Ahura Mazda. Wikipedia. https://es.wikipedia.org/wiki/Ahura_Mazda (visitado el 20 de marzo del 2019).
Si desea citar este artículo (Chicago/Turabian):
Carlos Chapa, "La Divinidad de Jesús," Cristianismo.CC. https://cristianismo.cc/mensajes-cristianos/la-divinidad-de-jesus/ (visitado el 2 diciembre, 2024).